Hay veces que cuesta encontrar el término para describir el derrotero de las cosas. Lo ordinario se transforma en extraordinario en un santiamén. Emergen formas bellas desde un caos y dudamos si es energía fundante o acto de magia.
“En el mismo momento en que está pasando algo muy malo también está pasando algo muy bueno. Y viceversa”, dice Claudia Acuña en su libro No estás sola.
Esta revista que llega a tus manos cumple dos años y una pandemia sobrevuela por todas partes. Nos lavamos con jabón, mantenemos un metro de distancia, sonreímos para elevar las comisuras y nutrir las endorfinas. Aplaudimos a quienes asisten en la salud sin descanso. Muchos de nuestros hábitos mutaron para dar lugar a otros. Nadie se salva a solas.
En lo espontáneo, en la imperfección, en la manera de vivir, en el cimbronazo, hay belleza. En el espíritu y en la creatividad, hay belleza.
El silencio es la belleza.
Esperamos que el coronavirus pase, que el ritmo de infectados descienda, que los padecimientos se mitiguen. Esperamos ciencia y también fe. Y si hacen falta, talismanes.
Agradecemos lo que sucedió: dar luz a una revista, perseverar en el intento. Abrazamos a las personas que nos acompañan, de quienes aprendemos. Las que nos hacen reír y reflexionar. Las que aparecen de repente y que no son virus, traen en la galera una solución imprevista, hacen un gesto con una varita y todo cambia.