Dalia Guti&eacute;rrez Valencia es una de las pocas personas transg&eacute;nero en el pa&iacute;s que logr&oacute; obtener un t&iacute;tulo universitario.

&ldquo;Necesitaba contar mi historia porque los a&ntilde;os de facultad para m&iacute; fueron no solo un aprendizaje t&eacute;cnico, sino tambi&eacute;n un autodescubrimiento que me permiti&oacute; comprender lo dif&iacute;cil que puede ser la vida y lo importante que es resignificar el dolor&rdquo;, dice Dalia Guti&eacute;rrez Valencia, en relaci&oacute;n con el discurso conmovedor que pronunci&oacute; hace unos meses en la ceremonia de graduaci&oacute;n como licenciada en econom&iacute;a de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Alcanzar el mejor promedio de la promoci&oacute;n 2023 le vali&oacute; la posibilidad de expresar en p&uacute;blico el proceso que atraves&oacute; durante su etapa como estudiante para transformarse en Dalia y conciliar su imagen f&iacute;sica y emocional con su identidad de g&eacute;nero.&nbsp;&nbsp;
Una encuesta realizada en Argentina a nivel pa&iacute;s acerca de la vulnerabilidad trans se&ntilde;ala que solo el 5 % de la poblaci&oacute;n transg&eacute;nero llega a la universidad y que la mayor&iacute;a no alcanza a completar el secundario. El dato surge de un informe elaborado en 2019 por el Instituto Provincial de Estad&iacute;sticas y Censos (IPEC) y la Subsecretar&iacute;a de Diversidad Sexual de Santa Fe. Dalia, que hoy trabaja dando clases e investigando en la UTDT, forma parte de esa cifra y se siente una privilegiada: &ldquo;Soy una afortunada. Tengo una familia que siempre me cuid&oacute; y me hizo sentir amada&rdquo;, subraya la flamante economista de 23 a&ntilde;os.&nbsp;
Cuando a los trece a&ntilde;os comenz&oacute; a sentir disconformidad con el cuerpo que habitaba se refugi&oacute; en la docilidad que la caracteriz&oacute; desde ni&ntilde;a. &ldquo;No me met&iacute;a en problemas ni generaba conflictos y eso me impidi&oacute; tomar acci&oacute;n antes respecto de lo que sent&iacute;a&rdquo;, reflexiona Dalia, de hablar pausado, evaluando el sentido de cada palabra. Con esta actitud atraves&oacute; la secundaria en el Instituto Nuestra Se&ntilde;ora del Rosario, un colegio cat&oacute;lico ubicado en Belgrano. &ldquo;No quer&iacute;a que se me ocurriera la posibilidad de cambiar. Me reprim&iacute;a. Me daba desesperaci&oacute;n y no ten&iacute;a informaci&oacute;n para orientarme&rdquo;.&nbsp;
Pero Dalia no se rindi&oacute;: &ldquo;Cuando una se siente mal tiene la inclinaci&oacute;n a querer dejarlo todo pero es lo contrario, hay que aferrarse a lo &uacute;nico que te separa de la destrucci&oacute;n absoluta, que en mi caso, fue estudiar, una actividad que me apasiona&rdquo;. Un ambiente escolar amoroso le permiti&oacute; transitar la adolescencia sin bullying ni discriminaci&oacute;n. &ldquo;Ahora me doy cuenta de que era rara, pero lo que rescato de esa &eacute;poca es que mis compa&ntilde;eros y profesores fueron muy dulces conmigo&rdquo;.&nbsp;&nbsp;
Durante seis a&ntilde;os sufri&oacute; en silencio hasta que, a pesar de sus propios imperativos, tuvo la valent&iacute;a de revelar lo que escond&iacute;a en su coraz&oacute;n. En ese momento, cursaba segundo a&ntilde;o de econom&iacute;a como una estudiante ejemplar.&nbsp; Eligi&oacute; esa carrera sin demasiada convicci&oacute;n, animada por el inter&eacute;s hacia la matem&aacute;tica y la f&iacute;sica que descubri&oacute; en la secundaria. Algo que considera &ldquo;un accidente feliz&rdquo; debido a las numerosas coincidencias que encontr&oacute; entre las ciencias. &ldquo;Me dije: `esto va a terminar muy mal ahora o voy a llegar a los cuarenta, me voy a arrepentir y quiz&aacute;s tambi&eacute;n termine mal&acute;&rdquo;. La libertad que le dio ir a la universidad y una minuciosa investigaci&oacute;n en internet la ayudaron a tomar la decisi&oacute;n de transicionar. Habl&oacute; primero con su mam&aacute;: &ldquo;Ella pens&oacute; que iba a decirle que era gay, no que quer&iacute;a llamarme Dalia; fue un gran impacto pero siempre me apoy&oacute;&rdquo;.
Liberada del propio imperativo, Dalia enfatiza la palabra &ldquo;florecer&rdquo;. &ldquo;Fue como salir del capullo no solo por todo lo que me conoc&iacute;, sino por las nuevas experiencias que estuve dispuesta a vivir&rdquo;, describe la economista que, desde que se asumi&oacute; como mujer trasng&eacute;nero, sue&ntilde;a con tener una familia, dos hijos, un doctorado en el exterior y una vida dedicada al &aacute;mbito acad&eacute;mico, el espacio donde se siente m&aacute;s c&oacute;moda y realizada.&nbsp;
En 2021, se enfrent&oacute; con el desaf&iacute;o de cambiar el DNI. Algo posible gracias a la Ley de Identidad de G&eacute;nero sancionada en 2012. Fue la primera resoluci&oacute;n que tom&oacute; luego de la confesi&oacute;n a su madre. &ldquo;Tuve que hacer tres veces el tr&aacute;mite porque siempre lo hac&iacute;an mal. Creo que falta mucha capacitaci&oacute;n en este tema, sobre todo, hay desinformaci&oacute;n entre las personas encargadas de resolver el proceso&rdquo;, apunta Dalia y es la primera vez que levanta el tono de voz. Ser&aacute; el mismo tono que utilizar&aacute; al referirse a las situaciones que sufri&oacute; en la calle cuando comenz&oacute; el tratamiento de hormonas en junio de 2022 y tuvo que soportar insultos y miradas de condena: &ldquo;Fue muy desagradable&rdquo;, afirma con vehemencia. En contraposici&oacute;n, solo tiene palabras de elogio para sus profesores, amigos y compa&ntilde;eros: &ldquo;Lo importante es tener una red de gente que te quiera&rdquo;. Hoy, adem&aacute;s de su trabajo en la universidad, estudia una maestr&iacute;a en Econom&iacute;a. &ldquo;Paso el d&iacute;a ac&aacute;. Doy clases, si hay sol, me voy a la terraza a trabajar porque me hace bien. Los fines de semana salgo con mis amigas pero no me gusta ir bailar, no porque considere que sea un lugar hostil, sino porque cuidar el sue&ntilde;o es clave para mi salud mental&rdquo;.&nbsp;
Practica a conciencia el autocuidado, es prudente y agradece a la militancia LGBTQ+ por cuidar los derechos adquiridos, pero en la calle se siente vulnerable: &ldquo;Me da verg&uuml;enza, pienso que deber&iacute;a involucrarme m&aacute;s porque defiendo los derechos y considero que se debe protegerlos. A la vez, creo que tambi&eacute;n es la personalidad de cada una&rdquo;, reflexiona con el rojo subido a las mejillas como si sintiera que tiene que pedir perd&oacute;n por algo.
La personalidad apacible y dulce tal vez la aleja de lo que se tiende a esperar, como un prejuicio, de alguien que atraves&oacute; un proceso de cambio de g&eacute;nero. Es que para Dalia ella es mucho m&aacute;s que una identidad trans. Claro que siente que esa circunstancia la define pero, a la vez, asegura que no es lo &uacute;nico que tiene para ofrecer al mundo: &ldquo;No menosprecio la transici&oacute;n porque para m&iacute; fue un florecer, un horizonte nuevo, pero no necesito ni quiero mostrarlo todo el tiempo&rdquo;.&nbsp; &nbsp;
Fotograf&iacute;as: Dominique Besanson&nbsp;

Florecer sin mandatos

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