Para noviembre se anunció el estreno de House of Gucci, la película de Ridley Scott en la que lady Gaga interpreta a Patrizia Reggiani, la “viuda negra” del heredero de la famosa etiqueta italiana. Una historia de lujo, traición y asesinato en el Cuadrilátero de la Moda.

Maurizio Gucci era un hombre met&oacute;dico. A las 8:30 del 27 de marzo de 1995, camin&oacute; los 140 metros que separaban su residencia de la oficina de Via Palestro, a pocos metros del <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Quadrilatero_della_moda">Cuadril&aacute;tero de la Moda</a> de Mil&aacute;n, donde se concentran algunas de las tiendas m&aacute;s lujosas del mundo. Apenas hab&iacute;a atravesado la entrada, cuando recibi&oacute; cuatro tiros por la espalda. Pese a que hab&iacute;a dos testigos presenciales, el asesino huy&oacute; y la polic&iacute;a no logr&oacute; dar con su pista durante dos a&ntilde;os.

Se baraj&oacute; que era un ajuste de cuentas de la mafia (&iquest;qu&eacute; otra cosa, si no, en Italia?). Se investigaron al dedillo los movimientos financieros de la v&iacute;ctima, que apenas 18 meses antes se hab&iacute;a visto obligado a vender Gucci a Investcorp, un fondo de inversi&oacute;n con sede en Bahr&eacute;in. Fue el final de una gesti&oacute;n desafortunada y de la relaci&oacute;n de la familia con la marca que lleva su apellido. Pero el sicario no hab&iacute;a sido contratado por un capo de la &acute;Ndrangheta ni por un oscuro financista &aacute;rabe, sino por una conocida socialite de Mil&aacute;n: <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Patrizia_Reggiani">Patrizia Reggiani</a>, su exesposa, la madre de sus dos hijas, Lady Gucci.

El personaje mereci&oacute; decenas de notas period&iacute;sticas, un documental de Discovery+ y un libro, The House of Gucci: A Sensational Story of Murder, Madness, Glamour and Greed, de Sara Gay Forden. Sobre este &uacute;ltimo se basa el gui&oacute;n de la pel&iacute;cula que <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ridley_Scott">Ridley Scott </a>(el director de Alien y Thelma &amp; Louise) empez&oacute; a filmar en marzo con un elenco notable: Lady Gaga en la piel de Patrizia, Adam Driver como Maurizio Gucci, m&aacute;s Jeremy Irons, Jared Leto, Al Pacino y Salma Hayek. El estreno mundial est&aacute; anunciado para el 26 de noviembre.

Patrizia Reggiani ya dej&oacute; trascender que est&aacute; &ldquo;molesta&rdquo; con Gaga porque no fue a conocerla. En definitiva, fue ella &ndash;la hija malcriada de una camarera y un hombre que hab&iacute;a hecho fortuna con los camiones pero carec&iacute;a de linaje&ndash; quien logr&oacute; enamorar a Maurizio en 1972. Rodolfo Gucci se opuso f&eacute;rreamente a que su &uacute;nico hijo se casara con ella, porque no la consideraba a la altura de su famiglia. Pero debi&oacute; retractarse: durante la d&eacute;cada siguiente, la pareja devino en emblema de la alta burgues&iacute;a italiana lanzada a la conquista del mundo. El bling bling de joyas y pieles anticipaba la llegada de Patrizia y Maurizio, que alternaban con lo m&aacute;s granado del jet set. Ten&iacute;an un piso en la Olympic Tower de Nueva York, chalets para ir a esquiar a Saint Moritz, una granja en Connecticut, una casa de playa en Acapulco y un yate de 64 metros, el Creole, entre otras propiedades.

Eran la imagen perfecta para la etapa de expansi&oacute;n internacional de la marca. Fundada en 1921 por Guccio, el abuelo de Maurizio, House of Gucci hab&iacute;a comenzado como una tienda de refinados art&iacute;culos de cuero, que se expandi&oacute; primero a Mil&aacute;n y, despu&eacute;s de la Segunda Guerra Mundial, dio el salto a Nueva York. Fue un boom; a fines de los 50, sus exquisitos mocasines y bolsos made in Italy eran el must have de estrellas como Audrey Hepburn y Grace Kelly. Cuando Guccio muri&oacute;, sus hijos se hicieron cargo del negocio y empezaron las tensiones cl&aacute;sicas de las empresas familiares.&nbsp;

Cuando Rodolfo falleci&oacute;, en 1983, Maurizio hered&oacute; m&aacute;s de 200 millones de d&oacute;lares y la mitad de la compa&ntilde;&iacute;a. Durante los siguientes a&ntilde;os luch&oacute; encarnizadamente con su t&iacute;o y sus primos, due&ntilde;os de la otra mitad, para conseguir el control total. Los negocios ven&iacute;an barranca abajo: como les sucedi&oacute; a tantas etiquetas de lujo europeas en la era global, la multiplicaci&oacute;n de licencias y las copias devaluaron el glamoroso logo de la doble G. El master plan del heredero era reenfocarse en los productos de alta gama. No estaba mal encaminado: su muerte coincidi&oacute; con el ingreso del talentos&iacute;simo dise&ntilde;ador Tom Ford, que le devolvi&oacute; el prestigio y las ganancias.

Cuando los periodistas le preguntaron con sorna por qué no había matado a su exmarido con sus propias manos, contestó: “Mi vista no es tan buena. No quería fallar”.

Maurizio no lleg&oacute; a verlo. Mientras estuvo al frente de Gucci, los m&aacute;s de veinte juicios con sus familiares, a quienes les fue comprando sus acciones con la ayuda de Investcorp, desangraron la compa&ntilde;&iacute;a y su fortuna personal. En simult&aacute;neo, su matrimonio tambi&eacute;n se derrumb&oacute;. Un fin de semana de 1985, anunci&oacute; que se iba de viaje de negocios a Florencia, parti&oacute; con una valija&hellip; y nunca m&aacute;s volvi&oacute;. Al poco tiempo se supo que se hab&iacute;a mudado con otra mujer, la dise&ntilde;adora Paola Franchi y su hijo Charly. Patrizia hablaba pestes del marido ante quien quisiera escucharla. &ldquo;Maurizio no quer&iacute;a ni ver a su familia. Ten&iacute;amos cuatro casas en Saint Moritz y no quer&iacute;a darles ni una a mis hijas&rdquo;, explic&oacute; en el documental Lady Gucci: The Story of Patrizia Reggiani.

&nbsp;&nbsp;&nbsp;En el 92, el hombre logr&oacute; el divorcio y anunci&oacute; que se casar&iacute;a con Paola. Fue el acabose: Patrizia no estaba dispuesta a renunciar al apellido que, tras doce a&ntilde;os de matrimonio y toda una vida social construida alrededor, era parte de su identidad. Ella era &ldquo;la m&aacute;s Gucci de todos&rdquo;, como supo decir. Para colmo de males, un a&ntilde;o despu&eacute;s, &eacute;l se desprendi&oacute; de la empresa por 150 millones de d&oacute;lares. &ldquo;En esa &eacute;poca yo estaba enojada con Maurizio por muchas, muchas cosas &ndash;declar&oacute; en The Guardian&ndash;. Pero, sobre todo, esta. Perder el negocio familiar fue est&uacute;pido&rdquo;.&nbsp;&nbsp;

En su furia le preguntaba a todo el mundo, incluido el carnicero, qui&eacute;n pod&iacute;a matar a su ex marido. Hasta que alguien acept&oacute;: su amiga Giuseppina &ldquo;Pina&rdquo; Auriemma, la bruja que le le&iacute;a las cartas, cobr&oacute; 300 mil d&oacute;lares por organizar el crimen. A trav&eacute;s del portero de un hotel, Ivano Savioni, contrat&oacute; al chofer Orazio Cicala, que a su vez llev&oacute; al mec&aacute;nico Benedetto Ceraulo, killer de ocasi&oacute;n. Resultaron impunes hasta que el portero fanfarrone&oacute; sobre su &ldquo;haza&ntilde;a&rdquo; y un informante pas&oacute; el soplo. Cayeron todos.

Cuando la polic&iacute;a fue a detener a Patrizia al departamento que compart&iacute;a con sus hijas adolescentes, pidi&oacute; llevarse sus pieles y sus joyas a la c&aacute;rcel. No lo logr&oacute;.&nbsp;La prensa italiana se hizo un fest&iacute;n con todos los estereotipos de g&eacute;nero: las cazafortunas disput&aacute;ndose al rico heredero, la esposa despechada, el asesinato pasional&hellip; Nada se dijo del papel que hab&iacute;a tenido el hombre que abandon&oacute; a su esposa sin explicaciones, la humill&oacute;, cort&oacute; el contacto con sus hijas y dilapid&oacute; el patrimonio familiar.&nbsp;&nbsp;

Reggiani fue condenada a 29 a&ntilde;os de prisi&oacute;n como autora intelectual del crimen. A los 16, le ofrecieron salir en libertad condicional pero se neg&oacute; porque deb&iacute;a conseguir empleo: &ldquo;Nunca trabaj&eacute; en mi vida y no tengo intenci&oacute;n de empezar ahora&rdquo;, aleg&oacute;. Sin embargo, dos a&ntilde;os m&aacute;s tarde acept&oacute; la opci&oacute;n. La tomaron como &ldquo;asesora de estilo&rdquo; en una joyer&iacute;a que pretend&iacute;a aprovechar la publicidad de su caso. Reci&eacute;n liberada, Patrizia se fue de compras a la v&iacute;a Montenapoleone con un papagayo al hombro: el p&aacute;jaro era motivo central de la colecci&oacute;n de accesorios que hab&iacute;a ayudado a dise&ntilde;ar. Cuando los periodistas le preguntaron con sorna por qu&eacute; no hab&iacute;a matado a su exmarido con sus propias manos, contest&oacute;: &ldquo;Mi vista no es tan buena. No quería fallar&rdquo;.

La realidad es mucho m&aacute;s rica que la ficci&oacute;n. En 2017, imprevistamente, un juez fall&oacute; a favor de Reggiani concedi&eacute;ndole la extraordinaria pensi&oacute;n vitalicia que hab&iacute;a acordado tras su divorcio: un mill&oacute;n de euros por a&ntilde;o, m&aacute;s 26 millones de pago retroactivo. Allegra y Alessandra, herederas de la fortuna paterna, apelaron la sentencia. Cuando, adem&aacute;s, su propia madre &ndash;con quien convive&ndash; trat&oacute; de inhabilitarla legalmente para disponer de sus bienes, Patrizia levant&oacute; bandera blanca: ofreci&oacute; renunciar a parte de la herencia a cambio de ver a sus nietos y pasar algunas temporadas en el chalet de Saint Moritz y el yate Creole. Las apelaciones siguen en proceso.

Este a&ntilde;o Gucci festeja su centenario bajo la batuta del dise&ntilde;ador Alessandro Michele, que apost&oacute; al gender fluid y la sustentabilidad para modernizar el rico acervo de la marca; un modelo opuesto al de la ostentaci&oacute;n maximalista que encarnaba Patrizia. La pel&iacute;cula de Gaga aportar&aacute;, en simult&aacute;neo, una considerable campa&ntilde;a publicitaria. Oficialmente, la compa&ntilde;&iacute;a nunca acept&oacute; pronunciarse sobre el caso, pero dicen que el d&iacute;a que sentenciaron a Patrizia Reggiani, en las vidrieras de Gucci se ve&iacute;an elegantes esposas de plata.

Lady Gucci

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