El 28 de noviembre de 1973, el Palacio de Versalles fue testigo de una pasarela sin precedentes en el mundo de la moda. Su impacto obligó a todos los participantes de la moda a buscar un rumbo diferente.

En un vestido verde Yves Saint Laurent y con diamantes a juego que decoraban su peinado, Marie-H&eacute;l&egrave;ne de Rothschild, la socialit&eacute; de la reconocida familia banquera, saludaba con dos besos a los invitados franceses y un apret&oacute;n de manos a&nbsp;los americanos que asist&iacute;an al evento conocido como Grand Divertissement &agrave; Versailles. Versalles recib&iacute;a a los asistentes para presenciar un desfile que enfrentaba a cinco dise&ntilde;adores franceses ante cinco dise&ntilde;adores estadounidenses, con el fin de recaudar fondos para la restauraci&oacute;n del palacio habitado alguna vez por Mar&iacute;a Antonieta.

La cita era a las 21:00 horas y exig&iacute;a vestimenta de gala, por lo que la recepci&oacute;n se convirti&oacute; en una exposici&oacute;n de las mejores piezas de Alta Costura y&nbsp;Alta Joyer&iacute;a. &laquo;Te cegaba tanto esplendor y belleza&raquo;, record&oacute; la socialit&eacute; Lynn Wyatt. Grace de M&oacute;naco llevaba una tiara a juego con su vestido blanco Madame Gr&egrave;s. La duquesa de Windsor opt&oacute; por un vestido azul Dior para resaltar los zafiros de sus joyas y Gloria Guinness, como Rothschild, confi&oacute; en una creaci&oacute;n de Saint Laurent. La coleccionista de arte Lily Auchincloss llevaba un vestido Halston. Andy Warhol en un tuxedo negro conversaba muy animado&nbsp;con Pierre Berg&egrave;, y el fot&oacute;grafo Bill Cunningham ten&iacute;a su c&aacute;mara lista para documentar todo. Ninguno imagin&oacute; que estaban a punto de presenciar un encuentro &uacute;nico. Una revoluci&oacute;n creativa que tuvo un impacto en la cultura, en la historia de la moda y en la vida de todos aquellos que estuvieron involucrados.&nbsp;

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La popularidad de los cinco dise&ntilde;adores que se presentar&iacute;an esa noche era intimidante para los estadounidenses. Los elegidos estaban conformados por el disc&iacute;pulo de Balenciaga, Hubert de Givenchy; el creador del bubble dress, Pierre Cardin; Emanuel Ungaro, Marc Bohan de la casa Dior, y la estrella del momento, el pr&iacute;ncipe de la moda, Yves Saint Laurent. Del otro lado del mundo, la industria era diferente. En los a&ntilde;os cincuentas&nbsp;y sestentas, Estados Unidos &uacute;nicamente confeccionaba copias de los dise&ntilde;os franceses adquiridos por las tiendas departamentales. Eleanor Lambert tuvo la convicci&oacute;n de cambiar este esquema y nadie mejor que ella para lograrlo. Se trataba de la publirrelacionista que en los a&ntilde;os treinta&nbsp;represent&oacute; a Cecil Beaton, Isamu Noguchi o Jackson Pollock y que dedic&oacute; toda su vida a que la industria estadounidense tuviera relevancia internacional. Cre&oacute; la semana de la moda de Nueva York y estableci&oacute; el Council of Fashion Designers of America (CFDA) que permanece hasta ahora. Pero quiz&aacute;, su mayor &eacute;xito fue haber formado parte de esa noche en Versalles. Eran los a&ntilde;os 70 y el mundo cambiaba.

El consumo de LSD y la m&uacute;sica disco despuntaban. El mundo del arte y el de la moda se complementaban, el movimiento feminista surg&iacute;a y los afroamericanos encabezaban proyectos en la m&uacute;sica y televisi&oacute;n. Lambert supo que era el momento perfecto para poner el nombre de los dise&ntilde;adores de su pa&iacute;s a la par del de los franceses. Reclut&oacute; acertadamente a cinco personajes que representaban el cambio que viv&iacute;a Nueva York: la dise&ntilde;adora Anne Klein, Bill Blass, &Oacute;scar de la Renta, Stephen Burrows y el rey de la d&eacute;cada de los setenta, Halston. Tambi&eacute;n llev&oacute; a Par&iacute;s a un grupo de modelos de color, musas de los dise&ntilde;adores, entre quienes estaban Alva Chinn, Pat Cleveland, Billie Blair, Bethann Hardison y Barbara Jackson.&nbsp;

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Esa noche de noviembre, los franceses fueron los primeros en presentar ante 720 asistentes. Una calabaza salida del cuento de Cenicienta abri&oacute; el desfile de Dior. Marc Bohan present&oacute; una colecci&oacute;n donde los colores beige y negro predominaban. Sigui&oacute; Pierre Cardin con un escenario que mostraba una nave espacial que representaba su est&eacute;tica futurista. &laquo;&iquest;Se imaginan una nave espacial en Versalles?&raquo;, escribi&oacute; el peri&oacute;dico WWD.

La audiencia aplaud&iacute;a cordialmente, pero no se mostraba entusiasmada ante lo que presenciaba. Lleg&oacute; el turno de Emanuel Ungaro,&nbsp;el desfile inici&oacute; cuando un carruaje apareci&oacute; en el escenario, las modelos lo segu&iacute;an lentamente y de pronto Jane Birkin sali&oacute; en una t-shirt blanca y shorts color gris acompa&ntilde;ada de Louis Jourdan en un look bohemio. El cuarto fue Yves Saint Laurent, que abri&oacute; su desfile con la cantante Zizi Jeanmaire en un tuxedo negro cantando Just a Gigolo. Se trataba de un homenaje a los a&ntilde;os treinta. La presentaci&oacute;n la cerr&oacute; Givenchy con vestidos de chif&oacute;n estampados con flores.

Al terminar, los bailarines Rudolf Nur&eacute;yev y Merle Park bailaron un pas de deux de La bella durmiente. El p&uacute;blico no parec&iacute;a asombrado.&nbsp;Para cerrar, sali&oacute; un grupo de bailarinas de burlesque seguidas por la legendaria Josephine Baker en lentejuelas y plumas en la cabeza para cantar Mon Pays et Paris. Al fin los asistentes aplaud&iacute;an. El bloque franc&eacute;s dur&oacute; m&aacute;s de dos horas. &laquo;Hab&iacute;a sido un espect&aacute;culo elaborado, ostentoso, pero poco coherente&raquo;, afirm&oacute; el experto en&nbsp;moda Didier Grumbach, &laquo;las prendas pasaron desapercibidas&raquo;. Despu&eacute;s de un intermedio y un poco de champa&ntilde;a, era el turno de los estadounidenses. Su llegada al Th&eacute;&acirc;tre Gabriel hab&iacute;a estado llena de luchas de egos y desorganizaci&oacute;n. No ten&iacute;an escenarios debido a que los escen&oacute;grafos confundieron las medidas en pulgadas por cent&iacute;metros, por lo que las modelos y la ropa tuvieron que ser los protagonistas.&nbsp;

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Liza Minnelli apareci&oacute; para cantar con la energ&iacute;a de un espect&aacute;culo de Broadway la canci&oacute;n Bonjour, Paris.&nbsp;Al terminar, la gente aplaudi&oacute; con tanta fuerza que al regresar al caos que se viv&iacute;a en backstage, la cantante&nbsp;estadounidense&nbsp;grit&oacute; &laquo;&iexcl;Los tenemos!&raquo;.&nbsp;La magia estaba por empezar. Anne Klein abri&oacute; el segmento: su colecci&oacute;n era un homenaje a la cultura africana. La modelo Barbara Jackson apareci&oacute; en un leotardo beige mostrando sus largas piernas. Las modelos sal&iacute;an al escenario con una seguridad y movimiento que cautiv&oacute; a los asistentes. Enseguida fue el turno de Stephen Burrows, que les pidi&oacute; a las modelos que se divirtieran. Alva Chinn sali&oacute; moviendo sus caderas de un lado a otro al ritmo de Love and Happiness&nbsp;de Al Green. Las modelos reflejaban carisma, algo que les faltaba a las francesas. Luego fue el tiempo de Bill Blass con una colecci&oacute;n inspirada en la era del Gran Gatsby. Su estrella era la modelo Billie Blair en un vestido de lentejuelas y un abrigo de piel. Los aplausos no paraban.&nbsp;

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Al inicio de la presentaci&oacute;n de Halston, las modelos estaban esparcidas en la oscuridad del escenario. Poco a poco, una serie de luces las iba iluminando una por una.&nbsp;Los vestidos emanaban sensualidad y elegancia, representando a la mujer independiente de la d&eacute;cada de los setenta. Se acercaba el final con &Oacute;scar de la Renta. Las primeras notas de la canci&oacute;n Love&rsquo;s Theme&nbsp;de Barry White hipnotizaron a todos. Blair, en un vestido esmeralda, hac&iacute;a el papel de un mago que jugaba con una mascada rosa e iba guiando al resto de las modelos que formaban un arco&iacute;ris en el escenario.

&laquo;En Par&iacute;s, no desfilaban con m&uacute;sica. No hab&iacute;an visto a nadie moverse as&iacute;, fue espectacular&raquo;, asegur&oacute; De la Renta. Liza Minnelli regres&oacute; para cantar Cabaret&nbsp;mientras las modelos enmarcaban su cara con movimientos continuos de las manos: se trataba del inicio del voguing. Hab&iacute;an pasado 37 minutos y, cuando la cortina roja descendi&oacute;, los asistentes lanzaron&nbsp;sus programas de mano al aire. &quot;Incroyable&quot;, &quot;Bravo&quot;, se escuchaba entre el p&uacute;blico.

Los estadounidenses triunfaron. El sue&ntilde;o de Lambert se hab&iacute;a cumplido: finalmente los franceses reconoc&iacute;an el talento de sus compatriotas. La industria de la moda cambi&oacute;. Francia adopt&oacute; el sportswear y&nbsp;ready to wear americano e incluy&oacute; m&uacute;sica en sus desfiles. Las carreras de los estadounidenses despuntaron fuera de su pa&iacute;s y las modelos afroamericanas representaron la diversidad de la belleza. Bast&oacute; una noche en Versalles para cerrar por primera vez la distancia y la rivalidad creativa entre dos continentes.&nbsp;

El desfile de moda que cambió toda la industria

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