Joyería y relojería

Belleza, futuro, velocidad

Las joyas de Julio Toledo son obras, tienen ese clímax en el que el diseño se funde con el arte y merecen seguir en las vidrieras, pero de galerías.

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Forme uniche della continuità nello spazio se llama la obra. Muestra a una persona que camina; su movimiento es descompuesto, está como detenido en el tiempo. De sus muchas fundiciones en bronce, una reposa en el Museo del Novecento, frente a la Piazza del Duomo, en Milán, la ciudad en la que se formó Julio Toledo.

Convertida en la obra maestra del futurismoprimera vanguardia artística italiana, esta escultura de 1913 de Umberto Boccioni sintetiza el ideal de un nuevo canon: el de la belleza de la velocidad, el del cuerpo en eterno movimiento. “¿Qué me inspira? El desorden, el caos”, dice Toledo. Sus piezas –meteóricas, fragmentadas y concretas, orgánicas pero geométricas–, parecen inscribirse dentro de esta escuela. 

Inició su carrera en Córdoba, donde estudió Diseño Gráfico, y luego se trasladó a Buenos Aires. Allí, dice él, empezó su historia. “Pude relacionarme con personas desde lo estético, que aportaron para que mi intención empezara a tomar forma. Pero necesitaba el objeto: tenía el criterio, solo me faltaba materializarlo”. En esa búsqueda fue que llegó a Milán para estudiar un Máster en Diseño de Accesorios. “Volver a partir fue intenso y con una sensación de desarraigo que a veces me confundía; de a poco las cosas se fueron acomodando. A los estudios también se sumaron colaboraciones con diseñadores, asistir a clases de escultura en la Accademia di Belle Arti di Brera. Luego hice mi primera línea de carteras y bolsos y, finalmente, llegaron los accesorios”. 

La joyería suele entenderse como un arte de precisión, proporción y perfección. Con frecuencia se le demanda una belleza renacentista, armónica, pulida: brilla por minuciosidad más que por expresividad. Para Julio, si bien la ejecución es un interés primario, el objetivo de sus accesorios es otro. “Hay días en los que solo revuelvo el material de trabajo, días en los que los picos adrenalínicos son inmanejables. Eso es lo que después se traduce en lo que hago. Disfruto el no saber: me mueve el deseo”. 

Un carácter escultórico y sensible se constituye como la esencia de su trabajo. Las formas, al igual que él, se encuentran en perenne desplazamiento, sujetas a un equilibrio dinámico, arbitrario, a una disposición puramente gestual. “Lo que se ve son partes de eso que está muy adentro mío, ¿qué te puedo decir sobre la filosofía de mis joyas? Volvemos al tema del deseo, de la pertenencia pero desde el lugar de la sintonía, no desde el estatus”.

Reniega de cualquier práctica que simbolice lo último. Su información pública es acotada y sus trabajos son divulgados y cargados de sentido por las personas que eligen usarlos y mostrarlos. Dice ser tímido, fiel a sí mismo y que solo quiere ser conocido por su obra. Piensa que “ser es estar atrapado” y que no se define porque “hoy puedo algo y mañana no más”. Se expresa de manera neta, con sencillez y corrección al conversar sobre asuntos mundanos pero sus palabras y pensamientos se entreveran al hablar sobre trabajo. Da la impresión de que, si fuera por él, solo se comunicaría a través de sus joyas, que no hay otro medio para la emoción que su obra le provoca. 

Con una impronta más cercana a la escultura y a la práctica artística que a la joyería, Toledo propone con frecuencia el debate alrededor de la frontera entre arte y diseño. No piensa en términos de producto sino en modos de condensar un lenguaje, una pulsión íntima. “Desde niño el deseo era la búsqueda de manifestar lo que no podía a través de las palabras con recursos visuales o involucrándome en las situaciones en las que podía aportar desde mi invención”. Continúa reflexionando sobre esa tensión y agrega: “Hace tiempo que pienso sobre los límites de mis piezas. Necesitan ser llevadas, lucidas, pero también soportadas por el cuerpo. Me pregunto si ese será mi límite o si será un desafío, tal vez podrían estar expuestas en una galería”. 

“En mi futuro ideal, alguien verá mis piezas y dirá ‘eso es un Toledo’”, dice Julio. Nos queda la duda sobre si será en una boutique o en un museo.  

Fotografías: Germán Romani.