Nacidas entre mediados los ochenta y los noventa, estas voces locales renuevan el lenguaje, las historias, la trama de eso que llamamos realidad y que es tanto m&aacute;s interesante cuando est&aacute; siendo problematizada.

Marina Closs (Arist&oacute;bulo del Valle, Misiones, 1990) no escribe, compone: con peque&ntilde;os corrimientos, tan sutiles que apenas se perciben, logra una m&uacute;sica nueva en cada frase. En Tres Truenos, Closs yuxtapone mon&oacute;logos de tres mujeres desesperadas por narrar: &ldquo;Tengo el nombre de Vera Pepa&rdquo; inaugura una, &ldquo;Hola, yo me siento y le hablo&rdquo; empieza la segunda, &ldquo;Cuando se abre el tel&oacute;n, yo casi me ara&ntilde;o los ojos y escupo&rdquo;, larga la tercera. En el acto de contar, estas mujeres se redimen, se desarman, se enredan y se encuentran. Algunas tienen una relaci&oacute;n enrarecida y marginal con el idioma, resultan &ldquo;trabas&rdquo; del habla profundamente musicales. En este sentido, la comparaci&oacute;n con Eisejuaz, de Sara Gallardo, es inevitable y merecida. Las im&aacute;genes son otro elemento poderoso en la narrativa de Closs: dif&iacute;cil olvidar a la chica alemana durmiendo debajo del jazm&iacute;n del pa&iacute;s o la costurera que quiere ser ahorcada y sentir algo. &ldquo;Quer&iacute;a imaginarme la sangre que de m&iacute; ya nunca seguir&iacute;a saliendo&rdquo;, dice la primera de estas voces. Con poco m&aacute;s de treinta a&ntilde;os y siete libros publicados, la propia voz de Closs parece tan densamente habitada como inagotable.
Editorial Bajo La Luna

Marina Closs: Tres truenos (2019)

Un bestiario surrealista, hondo y fant&aacute;stico, lleno de texturas y simbolismos: eso escribi&oacute; Denise Fern&aacute;ndez (San Rafael, Mendoza, 1989). Como las pinturas de Leonora Carrington o Remedios Varo, este libro contiene im&aacute;genes que no parecen de este mundo y sin embargo est&aacute;n absolutamente empapadas de vida terrestre, de mugre, de eros. Es lo ordinario puesto patas para arriba, el reverso de los sue&ntilde;os que no son nuestros. A trav&eacute;s de esta serie de poemas que tienen a distintos animales como protagonistas, Fern&aacute;ndez construye una po&eacute;tica de la curiosidad, la otredad y el asombro. &ldquo;&iquest;Qu&eacute; sue&ntilde;a una vaca?&rdquo; es quiz&aacute;s una pregunta que solo se puede contestar por medio de la poes&iacute;a. Es esa pregunta por la experiencia ajena que se enciende como un carb&oacute;n viejo en cada uno de estos poemas. El g&eacute;nero del bestiario hist&oacute;ricamente reflexion&oacute; sobre la animalidad y los puntos en que nos refleja y nos extra&ntilde;a. Fern&aacute;ndez se inscribe en esa tradici&oacute;n con inteligencia y lirismo, construye un di&aacute;logo con animales que se reh&uacute;san a ser atrapados: &ldquo;no hagas de esto un poema&rdquo;, dice un b&uacute;ho. El deseo de habitar y atravesar un cuerpo distinto, como si eso pudiera darnos un entendimiento de lo que anida ah&iacute;: &ldquo;Si yo fuera un gusano entrar&iacute;a por su lomo como una sonda de sal&rdquo;. En este poemario inaugural, Denise Fern&aacute;ndez levanta un espejo torcido a las bestias que, como dice una serpiente por ah&iacute;, &ldquo;buscan en nosotros lo que deben descubrir en ellos&rdquo;.&nbsp;
M&aacute;gicas Naranjas Ediciones

Denise Fernández: Mis animales y los que no son míos (2020)

Con la mirada filosa y c&aacute;ustica de las cr&oacute;nicas de Joan Didion, Julia Kornberg (Buenos Aires, 1996) escribi&oacute; una novela sobre el hast&iacute;o de una generaci&oacute;n que ya vio a todas las revoluciones fracasar y que una vez m&aacute;s se sumerge en una crisis que parece reciclada. Kornberg ofrece una visi&oacute;n de este mundo convulsionado desde los asientos m&aacute;s privilegiados: los hermanos Goldstein son, al decir de Federico Falco, &ldquo;chicos de country demasiado inteligentes y sensibles para ser chicos de country&rdquo;. El libro logra, entre otras cosas, lo que las mejores pel&iacute;culas de Sof&iacute;a Coppola: una radiograf&iacute;a brillante de la clase alta, de la vacuidad de esos mundos cercados que pocas veces se exploran con esta honestidad y crudeza. Kornberg es una gran observadora social: tiene el don de captar lo que est&aacute; pasando a su alrededor y digerirlo a una velocidad inusual. Su escritura es arriesgada, incorrecta, inteligente. En sus observaciones m&aacute;s incisivas es tambi&eacute;n muy graciosa. Pero, como en Didion, su comedia de lo humano no es una mera burla: contiene tambi&eacute;n una denuncia. &ldquo;A Li le gustaba hacer profec&iacute;as, mirarte a la cara y decirte solo las cosas m&aacute;s dolorosas y m&aacute;s reales de tu futuro&rdquo; dice uno de los hermanos Goldstein y podr&iacute;a estar hablando de Kornberg, de su elocuente sinfon&iacute;a de la cat&aacute;strofe.
Club Hem

Julia Kornberg: Atomizado Berlín (2021)

Un viaje a la India en busca de una cura para el c&aacute;ncer de una madre: ese es el acontecimiento que atraviesa Otra vida, primer poemario de Daniel Lipara (Buenos Aires, 1987). Este viaje inici&aacute;tico se convierte en una oportunidad para desplegar una mitolog&iacute;a familiar en un tono que es a la vez solemne y cotidiano, una mitolog&iacute;a de &ldquo;peque&ntilde;os hero&iacute;smos&rdquo;, como dice Ezequiel Zaidenwerg. La &eacute;pica de un padre taxista, &ldquo;hombre orgulloso de pelo negro largo la camisa sobre / el pecho&rdquo;, una t&iacute;a que compra calcoman&iacute;as de &aacute;ngeles en Once, una madre que tiene los huesos grandes y se est&aacute; muriendo. Todos los personajes en este libro est&aacute;n definidos por epigramas, una s&iacute;ntesis po&eacute;tica que cimenta las asociaciones con la mitolog&iacute;a griega. Tambi&eacute;n est&aacute;n los mantras &ldquo;por todas partes / como grillos&rdquo;: la canci&oacute;n m&aacute;s antigua de esa tierra a la que los personajes viajan para sanar un cuerpo, pero en realidad terminan sanando un duelo. No es casual que se viaje a la India, el lugar que dio origen a la idea de reencarnaci&oacute;n. Un consuelo imposible y, para un ni&ntilde;o occidental de once a&ntilde;os, una idea aterradora: &ldquo;y pienso no voy a acordarme de ella / no voy a darme cuenta si la veo en otra vida&rdquo;. Quiz&aacute;s por eso ese ni&ntilde;o se convierte en un hombre que vuelve a mirar todo, que vuelve a buscar. &iquest;Es esto lo sagrado? se pregunta el yo l&iacute;rico en un poema. Y parece que la respuesta estuviera en su mirada despierta, que entiende que esa otra vida est&aacute; dentro de esta, que aparece cada vez que estamos dispuestos a mirar con atenci&oacute;n al centro doloroso y palpitante del mundo, &ldquo;el humo del asado / las turbinas que suenan como estrellas&rdquo;.
Editorial Bajo La Luna

Daniel Lipara: Otra vida (2018) 

Un grupo de fan&aacute;ticas de Sandro se enteran de que la casa del &iacute;dolo est&aacute; a la venta y deciden comprarla entre todas. Con esa an&eacute;cdota, Magdalena Girardi (Campana, Buenos Aires, 1988) teje una historia sobre el deseo femenino y el fanatismo, sobre la amistad entre mujeres, el conurbano, la idolatr&iacute;a y la crueldad de envejecer. Cinco mujeres que construyeron sus vidas en torno a un altar que nunca se desti&ntilde;e. Una trama con reminiscencias a Puig, a la sensibilidad camp por la iconograf&iacute;a popular. La prosa de Girardi es subrayable y ocurrente: te hace enamorarte de frases en las que describe un local de ropa o una roncha en la piel. Su talento para componer voces tan hilarantes como reconocibles es tambi&eacute;n notable. Pero el humor no le impide tratar a sus personajes con empat&iacute;a y compasi&oacute;n. Y es gracias a esa mirada llena de ternura que el fanatismo de estas mujeres resulta revolucionario a su manera, entra&ntilde;able en su insistencia de que una puede envejecer, pero, como dice Carole King: &ldquo;amiga m&iacute;a, la m&uacute;sica no tiene fin&rdquo;.&nbsp;
Editorial Conejos

Magdalena Girardi: Frenéticas (2021)

Con solo 23 a&ntilde;os, Julia Leggiero (Buenos Aires, 1998) public&oacute; un primer poemario que es corto, dulce y nost&aacute;lgico como las mejores canciones de verano. El libro est&aacute; estructurado en torno a los amores vol&aacute;tiles de las vacaciones, con contrapuntos y derivas que solo enriquecen esta composici&oacute;n delicada y monocrom&aacute;tica.&nbsp; La edici&oacute;n de Hex&aacute;gono est&aacute; repleta de detalles preciosos, como una carta de &ldquo;maridaje&rdquo; en donde la autora recomienda una bebida, una canci&oacute;n y una pel&iacute;cula para acompa&ntilde;ar esta lectura voluptuosa. Leggiero trabaja sus temas con paciencia y pule cada concepto hasta que refulge. Como escribe Gabriel Reches en la contratapa, estos son &ldquo;poemas del desencuentro&rdquo;: se mueven entre costas, expectativas, amores que fueron y que pudieron ser. La idea de la espera aparece con una insistencia dolorosa: &ldquo;la esperanza es lo &uacute;ltimo que se pierde / y yo sigo esperando perderla&rdquo;. En ese sentido, el t&iacute;tulo de este poemario no podr&iacute;a ser m&aacute;s atinado: la capa dura que se forma con la experiencia es lo &uacute;ltimo que se gana.
Editorial Hex&aacute;gono

Julia Leggiero: La piel curtida del verano (2021)

Especie salvaje, de Denis Fern&aacute;ndez (Lan&uacute;s, Buenos Aires, 1986), es un libro hipn&oacute;tico, que, como reza su t&iacute;tulo, es crudo, feroz y bello como las flores lilas an&oacute;nimas que crecen al costado de las v&iacute;as. Especie bastarda, se sacude de encima cualquier r&oacute;tulo y se alza, en cambio, como una experiencia. La rebeld&iacute;a de este libro no deviene en esos experimentos literarios desalmados, no hay pretensi&oacute;n ni pose: solo un monstruo terrenal que quiere hablar y el autor le abre paso generosamente, se ofrece como canal.&nbsp; &ldquo;Madre, se est&aacute; terminando el relato, se mezclaron las voces que hablan adentro m&iacute;o&rdquo;, dice el narrador, preso de una enfermedad de la infancia que est&aacute; cargada de superstici&oacute;n, que perdura en el cuerpo y necesita ser exorcizada. Se evocan antepasados, todas las fisuras del &aacute;rbol geneal&oacute;gico que derivaron en esta afecci&oacute;n innombrable. &ldquo;Me pregunto en qu&eacute; debo creer para poder sanarme&rdquo; se pregunta el enfermo, que encuentra su epifan&iacute;a en el lenguaje, en el reciclaje de viejos santuarios.
Notanpuan

Denis Fernández: Especie salvaje (2020)

Manuel Duarte (Buenos Aires, 1993) es otro hallazgo de la colecci&oacute;n Bosque de M&aacute;gicas Naranjas. Podr&iacute;amos decir que el estilo de Duarte es anacr&oacute;nico pero eso implicar&iacute;a que se ubica en alguna &eacute;poca en particular. Si en alg&uacute;n momento tenemos la ilusi&oacute;n de familiaridad, es eso: solo una ilusi&oacute;n, un hechizo que conjura el autor. Duarte inventa sus propias f&oacute;rmulas, galopa a un ritmo que es solo suyo y nos deja perdidos en la polvareda, sin entender qu&eacute; bicho fant&aacute;stico pas&oacute; por ah&iacute;. Los caballos de estos poemas nacen, mueren y sue&ntilde;an y en ese arco Duarte hila versos que hacen bailar la lengua y la mente: &ldquo;ascienden &nbsp; &nbsp; hacia arriba&nbsp; &nbsp; &nbsp; r&iacute;os y r&iacute;os / donde mueren los caballos &nbsp; &nbsp; caballos convergen&rdquo;. Una m&uacute;sica tan definitiva que parece que siempre estuvo ah&iacute;, esperando que alguien la escribiera. En el pr&oacute;logo del libro, Duarte habla de la influencia de H&eacute;ctor Viel Temperley, lectura en donde dice haber descubierto que &ldquo;los caballos, ante todo, son animales de la mente&rdquo;. Habr&aacute; sido esa inspiraci&oacute;n fortuita lo que lo llev&oacute; a imaginar, por ejemplo, a un caballo que sue&ntilde;a a su patr&oacute;n: &ldquo;Pues uno duerme para que usted no exista&rdquo;. El libro est&aacute; acompa&ntilde;ado con ilustraciones de Mar&iacute;a Valeria Chinnisi que amplifican la experiencia de lectura y la dotan de nuevas texturas.
M&aacute;gicas Naranjas Ediciones

Jóvenes de la literatura argentina

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