Del cielo a casa, re&uacute;ne m&aacute;s de seiscientas piezas de la vida cotidiana argentina. De los a&ntilde;os cuarenta hasta hoy.

Se ve otro pa&iacute;s. &iquest;Mejor? &iquest;Peor? Al menos m&aacute;s sofisticado, hecho de ideas que, antes que seguir el sentido com&uacute;n de una sociedad timorata, la empujaban a ir m&aacute;s all&aacute; de los l&iacute;mites aunque fuera en el acto b&aacute;sico de la econom&iacute;a de mercado: vender. Pero vender, y lo hemos visto en las siete temporadas y media de Mad Men, puede ser un mecanismo muy complejo. Por supuesto que aquellos que dieron con la iconograf&iacute;a no consagrada por el sistema del arte en los 60 y 70 evitan que sus dise&ntilde;os se consideren &ldquo;arte&rdquo; siguiendo la escuela funcionalista. Ni Juan Carlos Dist&eacute;fano ni Rub&eacute;n Fontana aceptan el supuesto upgrade, aunque un Leonardo del litoral como Edgardo Gim&eacute;nez cree, con su blanca desfachatez que todo es lo mismo. Que sus retratos pop de la segunda mitad de los 60 no est&aacute;n ni por debajo ni por encima de lo que se guard&oacute; en los dep&oacute;sitos de los museos como &ldquo;arte&rdquo;, diferenciado de aquello otro caracterizado como &ldquo;dise&ntilde;o&rdquo;. En la segunda d&eacute;cada del siglo XXI, la indiferenciaci&oacute;n es la clave. Qu&eacute; decir de la serie de la compa&ntilde;&iacute;a Austral realizada por Havas, Molina y Cia. Rastros de carm&iacute;n de pop art y ficciones breves (el caso de la familia casi marciana, el caso de la sobrina del sombrero casi colorado). &iquest;Por qu&eacute; no se puede pensar en esas piezas de publicidad, cuya funci&oacute;n es comunicar, como arte si una parte importante del arte contempor&aacute;neo ni siquiera comunica su misterio refugiada en una hermen&eacute;utica de pensionado?
Soy de los que quieren a la publicidad y el dise&ntilde;o industrial de los 60 y 70 en pie de igualdad con el arte de la &eacute;poca (porque no se explican el uno sin el otro) y, en casos como este, por encima de un tipo de creaci&oacute;n que seguimos llamando &ldquo;arte contempor&aacute;neo&rdquo; a falta de un nombre nuevo. Acaso por su impotencia para producir imagen, iconograf&iacute;a, aunque un aceitado mecanismo lo sostenga en la coreograf&iacute;a del mercado, el circuito de ferias y bienales y los voluminosos cat&aacute;logos que legitiman una praxis aislada del cuerpo social (a falta de esto: que sigan las inmersivas), Del cielo a casa en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) parece ser el tipo de muestra de dise&ntilde;o que estaba haciendo falta. Una en la que estas piezas (todo el sistema tipogr&aacute;fico de Agens, por ejemplo) no vengan a complementar la &eacute;poca como little sisters del pop sino a constituirla con la misma potencia. Las fotos de la bicicleta &ldquo;Aurorita&rdquo;, el afiche del Premio Di Tella 65, la vidriera de Harrod&rsquo;s intervenida nada menos que por Juan Battle Planas no son meros registros sino postales de un dise&ntilde;o de lo cotidiano. Una Bauhaus de todos los d&iacute;as, de pelota Pulpo y Wincof&oacute;n. M&aacute;s que nostalgia lunfarda el display causa asombro. &iquest;Viv&iacute;amos en un pa&iacute;s que para comunicar rebosaba atrevimiento y creatividad? S&iacute;, al parecer. Lo perdimos, acaso, en la deriva sociopol&iacute;tica que es la clave de un presente empantanado.

&nbsp;&ldquo;Hoy vivimos en un entorno sobredise&ntilde;ado que conspira contra su propio atractivo&rdquo;

El envase importa. La secci&oacute;n dedicada a las tapas de discos (otra de las hermanas menores en el internado de la cultura visual) revela que la m&uacute;sica pop con estatus avant garde de Virus llegaba en un objeto de igual impacto. Qu&eacute; decir de la escuela de Juan Gatti quien junto con Oscar Bony definieron la imagen del rock argentino m&aacute;s aventurado &iquest;Qu&eacute; es la disfuncional (aqu&iacute; s&iacute; vale la malgastada palabra) cubierta de Artaud sino un corrimiento de la industria dentro de la industria donde una vanguardia rioplatense como fue Mad&iacute; encuentra, al fin, su lugar en la cultura popular?
Los ensayos que acompa&ntilde;an Del cielo a casa contribuyen a este ajuste de cuentas con el arte-arte (le juego un pleno a esos afiches de Austral antes que al &uacute;ltimo env&iacute;o argentino a Venecia). Mart&iacute;n Kohan, cuyas posturas son contundentes en La Vanguardia Permanente, elige el t&eacute;rmino &ldquo;cosas&rdquo; para atravesar la historia de la producci&oacute;n en serie de objetos desde la literatura. &ldquo;No s&eacute; de guitarras el&eacute;ctricas, s&eacute; de cosas&rdquo; repite a Fogwill en un concepto que define lo que se siente frente a las cosas de la vida de todos los d&iacute;as cuando est&aacute;n atravesadas por el dise&ntilde;o. Es cierto que hoy vivimos en un entorno sobredise&ntilde;ado que conspira contra su propio atractivo activando la coartada progre de lo &ldquo;artesanal&rdquo; pero en las cosas de esta muestra no hab&iacute;a esa pretensi&oacute;n. Se hac&iacute;an cosas deslumbrantes porque la &eacute;poca lo exig&iacute;a y ya.

&ldquo;Las cosas dan pertenencia y tienen su vida incrustada en la memoria social&rdquo;.

Carolina Muzi, pionera en el periodismo del dise&ntilde;o, una de las curadoras de esta muestra m&uacute;ltiple, se remonta al nido del hornero como primera pieza &ldquo;nac &amp; pop&rdquo;. Puede ir del campo a la ciudad, yuxtaponiendo las cosas que nos hicieron un pa&iacute;s distinto (ni mejor, ni peor) a trav&eacute;s de estas ideas concretadas en objetos. Criolla mod&eacute;lica, ella enhebra una argentinidad (no al palo, que burdos y brutos) de soluciones m&aacute;gicas que van desde la m&iacute;tica birome de Laszlo Biro al termo Lumilagro y a Interieur Forma con Susi Aczel al frente. Si pens&aacute;ramos en la influencia que el surrealista greco-argentino Juan Andralis tuvo en el departamento de dise&ntilde;o del Di Tella, deber&iacute;a pensarse a la inmigraci&oacute;n europea en Argentina como uno de los centros m&aacute;s din&aacute;micos del dise&ntilde;o mundial (exportando a Tom&aacute;s Maldonado a Mil&aacute;n en un movimiento inverso).
En su best seller No-Cosas, Byung Chul Han, el fil&oacute;sofo que a los fil&oacute;sofos les gusta ningunear pero que al menos trata de dar un mapeo del Zeitgeist, pide volver a las cosas. A tener en lugar de creer que tenemos (&iquest;un NFT de los avisos de Austral? &iexcl;Quiero la revista!). Porque las cosas dan pertenencia y tienen su vida incrustada en la memoria social. Se mira y no se toca, claro, pero se podr&iacute;a tocar porque estaba hecho para eso.&nbsp;

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