La diversidad humana en el centro de la trama.

&ldquo;Chicago. Agosto. Un d&iacute;a brillante, caluroso, con un sol brutal que dejaba caer rayos como lluvia fundida&rdquo;. En un d&iacute;a as&iacute;, Irene Redfield se encuentra con Clare, una amiga de la infancia que cre&iacute;a desaparecida, pero que en realidad vive hace a&ntilde;os en estado de &ldquo;passing&rdquo;, el t&eacute;rmino que se usaba en los a&ntilde;os veinte para hablar, en susurros, de las mujeres negras que se hac&iacute;an pasar por blancas. Irene, que se siente muy a gusto con la vida que eligi&oacute; y la vibrante escena de Harlem de la que es parte, percibe a Clare como una amenaza y a la vez es seducida por ella. Muy a su pesar, es arrastrada a participar de la mentira de su amiga: &ldquo;Estaba ligada a ella por esos mismos lazos de raza que, a pesar de todo su repudio, Clare no hab&iacute;a podido cortar por completo&rdquo;. Una novela corta, tensa, perfecta, que explora la performatividad de la identidad racial &ndash;de toda identidad&ndash; y plantea preguntas inc&oacute;modas sobre las m&aacute;scaras que usamos para sobrevivir.&nbsp;
Editorial Marciana

Passing, Nella Larsen

En este poemario, que gan&oacute; el primer premio del Concurso Nacional de Poes&iacute;a In&eacute;s Manzano, G&oacute;mez Codina teje un retorno posible a la lengua materna de sus padres, el guaran&iacute;, que se configur&oacute; en su vida como un secreto, un espacio clausurado y reprimido: &ldquo;quisieron para m&iacute; un idioma seco&rdquo; escribe en un poema que lleva el nombre de la madre. Entre canciones, yuyos, costumbres y expresiones, G&oacute;mez Codina va encontrando cada vez m&aacute;s hilo para tirar, m&aacute;s mundo enterrado. Las palabras en guaran&iacute; est&aacute;n regadas por todo el texto, acompa&ntilde;adas de una breve explicaci&oacute;n que va conformando un glosario afectivo. De hecho, muchos poemas funcionan casi como entradas de diccionario, en donde la palabra guaran&iacute; es el t&iacute;tulo y el poema es una muestra tanto m&aacute;s precisa que cualquier definici&oacute;n. La lengua se pone en escena, se revela como una cosmovisi&oacute;n: &ldquo;Hablar no es funci&oacute;n b&aacute;sica, es una obstinaci&oacute;n&rdquo;. Recuperar esa nomenclatura es recuperar un mundo, sanar una herida: &ldquo;A mi madre, en el borde de los labios, / se le junt&oacute; un dolor / oscuro como el agua en karugua&rdquo;.
A&ntilde;osluz Editora&nbsp;

Guarania, Pola Gómez Codina

Dos j&oacute;venes colombianos se enamoran, estudian literatura en la universidad, uno de ellos enferma de HIV. Ese es el esqueleto de esta novela bell&iacute;sima que alterna entre el pasado de estos amantes, atravesado por la pobreza, la discriminaci&oacute;n y el descubrimiento de la lectura como un refugio; y el presente que los tiene atados a un cuarto de hospital, con un diagn&oacute;stico que en esa &eacute;poca era una sentencia de muerte. Escrita con la sensibilidad de la era dorada del melodrama, esta novela explora la tremenda crueldad que soportan estos j&oacute;venes por sus deseos, que son a la vez el n&uacute;cleo de la dicha m&aacute;s grande que consiguieron: &ldquo;desde ni&ntilde;o supe que por mi felicidad tendr&iacute;a que pagar bastante caro: lo pienso en este momento. Entonces miro los ojos de Adri&aacute;n, que son unos ojos muy hermosos, y me digo sin sentirme el h&eacute;roe que bien ha valido el precio. Y estar&iacute;a dispuesto a pagarle a este mundo tres veces m&aacute;s de lo que me ha cobrado&rdquo;.&nbsp;
Blatt y R&iacute;os

Mundos prohibidos

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