Un recorrido por la capital francesa a trav&eacute;s de obras en el marco del Par&iacute;s Fashion Week

Del 23 de septiembre al 1 de octubre, llega una nueva edici&oacute;n de uno de los eventos m&aacute;s prestigiosos del mundo: el Par&iacute;s Fashion Week, en el que la moda, el arte y el dise&ntilde;o se encuentran para delinear las tendencias futuras y mostrar el talento de artistas y dise&ntilde;adores. Las artes visuales, tienen, desde sus inicios, una estrecha relaci&oacute;n con las pasarelas, siendo el dibujo un cruce fundamental para el desarrollo de ambas disciplinas. A lo largo de su historia, Par&iacute;s ha sido cuna y escenario de movimientos art&iacute;sticos: del Renacimiento hasta el auge del Impresionismo y las vanguardias del siglo XX.&nbsp;
En esta oportunidad, centrando la mirada en la convergencia entre la representaci&oacute;n de la mujer en el arte y la moda, una selecci&oacute;n de obras donde las mujeres son protagonistas e &iacute;conos culturales permitir&aacute; hacer uno de los posibles recorridos por la capital francesa. A trav&eacute;s de 10 im&aacute;genes, se explorar&aacute;n diversas formas de representaci&oacute;n femenina a lo largo del tiempo, destacando su evoluci&oacute;n y relevancia en el imaginario cultural.&nbsp;
La Libertad guiando al pueblo, de Eug&egrave;ne Delacroix, en el&nbsp; Museo Louvre
No se pod&iacute;a comenzar una selecci&oacute;n sin esta obra, que representa la identidad e historia de Francia. La libertad guiando al pueblo, una de las piezas m&aacute;s emblem&aacute;ticas del Louvre, fue creada por Eug&egrave;ne Delacroix en 1830 para conmemorar la Revoluci&oacute;n de Julio en Francia. La figura central, la mujer que representa a la Libertad, representa el esp&iacute;ritu rebelde y se transform&oacute; en un poderoso s&iacute;mbolo de la lucha por la justicia y los derechos civiles. Con el pecho descubierto, alzando una bandera tricolor, encarna no s&oacute;lo a la Rep&uacute;blica Francesa, sino tambi&eacute;n la fuerza y el coraje del pueblo. Ac&aacute;, la figura femenina es una gu&iacute;a, una l&iacute;der, que rompe con los roles pasivos asignados a la mujer en otras &eacute;pocas y encarna el lema franc&eacute;s de libertad, igualdad y fraternidad.

La Libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, en el  Museo Louvre

Olympia, de &Eacute;douard Manet, en el Mus&eacute;e d'Orsay
Olympia es una de las obras m&aacute;s controversiales y revolucionarias del siglo XIX. Pintada en 1863, presenta a una mujer desnuda que mira directamente al espectador con una actitud desafiante y segura de s&iacute; misma. A diferencia de las representaciones cl&aacute;sicas de mujeres desnudas en el arte, Olympia no es idealizada, ni muestra sumisi&oacute;n. Se trata de una prostituta, cuyo rol se evidencia en su postura, junto con la presencia de un gato negro y una criada que le ofrece flores. Esta obra ofrece una visi&oacute;n moderna de la mujer, empoderada y consciente de su propio cuerpo y rol en la sociedad. La obra desat&oacute; un gran esc&aacute;ndalo, ya que desafiaba los c&oacute;digos morales y art&iacute;sticos del momento.&nbsp;

Olympia, de Édouard Manet, en el Musée d'Orsay

Jeanne H&eacute;buterne, de Amedeo Modigliani, en el Mus&eacute;e de l'Orangerie
Jeanne H&eacute;buterne fue musa y compa&ntilde;era de Modigliani. El artista tiene una infinidad de obras de ella y la representa con su caracter&iacute;stico estilo, alargando sus formas y suavizando sus rasgos, destacando la serenidad y melancol&iacute;a en su expresi&oacute;n. A trav&eacute;s de su mirada introspectiva y la simplicidad de la composici&oacute;n, Modigliani revela una representaci&oacute;n de la mujer que trasciende la belleza superficial y se adentra en su mundo interior, capturando su alma y su esencia. &ldquo;Cuando conozca tu alma, pintar&eacute; tus ojos&rdquo;, afirmaba el artista.

Jeanne Hébuterne, de Amedeo Modigliani, en el Musée de l'Orangerie

Mujer mordida por una serpiente, de Kehinde Wiley, en el Mus&eacute;e d'Orsay - en di&aacute;logo con la escultura hom&oacute;nima de Auguste Cl&eacute;singer
Kehinde Wiley es un artista norteamericano que tom&oacute; relevancia en el &uacute;ltimo tiempo por hacer un retrato a pedido de Barack Obama. En sus obras, reversion&oacute; cl&aacute;sicos de la historia del arte para cambiar los estereotipos y dar una nueva versi&oacute;n. En el Mus&eacute;e d'Orsay, la obra Mujer mordida por una serpiente de Kehinde Wiley establece un di&aacute;logo contempor&aacute;neo con la escultura hom&oacute;nima de Auguste Cl&eacute;singer, creada en 1847. Mientras que la escultura de Cl&eacute;singer presenta una figura femenina idealizada en una postura dram&aacute;tica y sensual, representando la mujer como un objeto de deseo y tragedia, Wiley reinterpreta esta imagen desde una &oacute;ptica moderna y cr&iacute;tica. En su versi&oacute;n, sustituye a la figura cl&aacute;sica por un hombre negro, destacando su fuerza y desaf&iacute;a las nociones tradicionales de belleza y poder en el arte occidental, cuestionando las narrativas hist&oacute;ricas que han limitado las representaciones de las mujeres de color en el arte. Ambas obras se encuentran en la misma sala y el di&aacute;logo entre ambas es directo, por lo que la experiencia de verlas juntas es muy enriquecedora.

Mujer mordida por una serpiente, de Kehinde Wiley, en el Musée d'Orsay - en diálogo con la escultura homónima de Auguste Clésinger

La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, en el Museo Louvre
No se puede visitar Par&iacute;s sin ver La Gioconda. Su enigm&aacute;tica sonrisa y mirada cautivadora han dado lugar a m&uacute;ltiples interpretaciones sobre su identidad y significado, convirti&eacute;ndose en un &iacute;cono de la feminidad. A trav&eacute;s de su sutil expresi&oacute;n y la delicadeza de sus rasgos, Da Vinci captura una complejidad emocional que trasciende el tiempo, presentando a la mujer no solo como un objeto de contemplaci&oacute;n, sino tambi&eacute;n como un ser enigm&aacute;tico y lleno de profundidad. Adquirida por el Rey Francisco I, en 1518, la obra ha sido centro de controversias e innumerables intentos de robo y destrucci&oacute;n.&nbsp;
En su Tratado de la Pintura, Leonardo describe que un pintor puede definir la personalidad del retratado a trav&eacute;s de las l&iacute;neas de expresi&oacute;n, por ejemplo, alrededor de los ojos y alrededor de la boca. Resulta que en el caso de la Gioconda, son dos zonas que han quedado indefinidas, por lo que siempre queda la duda del espectador de si ella sonr&iacute;e o no.

La Gioconda, de Leonardo Da Vinci

Los novios de la Torre Eiffel, de Marc Chagall, en Centre Pompidou
En esta obra de 1938/9, Chagall pinta una imagen protectora frente a los signos de una guerra inminente. Luego de haber participado de la Revoluci&oacute;n Bolchevique, se instala en Par&iacute;s junto a su mujer Bella. En la imagen, los novios y el gallo se ven envueltos por recuerdos de Rusia, la vida en Par&iacute;s, animales fant&aacute;sticos y m&uacute;sica. El amor de Bella constituye el pilar central de su ajetreada vida y el pintor plasma la dimensi&oacute;n sagrada de su uni&oacute;n. Un &aacute;ngel boca abajo agarra un candelabro por encima del barrio jud&iacute;o de Vitebsk, pueblo natal del artista, mientras un gallo envuelve a la pareja. S&iacute;mbolo del amor, la mujer de blanco mira al espectador en el centro de la escena, desde la que se sostienen todos los dem&aacute;s elementos.

Los novios de la Torre Eiffel, de Marc Chagall, en Centre Pompidou

Retrato de la periodista Sylvia von Harden, de Otto Dix, en Centre Pompidou
El Retrato de la periodista Sylvia von Harden (1926) de Otto Dix, exhibido en el Centre Pompidou de Par&iacute;s, es una representaci&oacute;n ic&oacute;nica de la Nueva Objetividad, un movimiento art&iacute;stico que capturaba la realidad con un enfoque fr&iacute;o y sat&iacute;rico. En esta obra, Dix retrata a Sylvia von Harden, una periodista e intelectual de la Rep&uacute;blica de Weimar, con un estilo audaz y provocador. La figura es angular y deliberadamente poco halagadora, sentada con una pose altiva e indiferente, fumando un cigarrillo y sosteniendo un c&oacute;ctel. Su apariencia andr&oacute;gina, con medias rasgadas y un vestido a cuadros, refleja una mujer emancipada, desafiando los estereotipos femeninos de la &eacute;poca. Esta obra no solo captura la personalidad de von Harden, sino que simboliza la transformaci&oacute;n del rol de la mujer en la sociedad de entreguerras, alejada de la feminidad tradicional y empoderada en su propia identidad.

Retrato de la periodista Sylvia von Harden, de Otto Dix, en Centre Pompidou

No-musa, Toyen, Noruega, de Zanele Muholi, en la Fundaci&oacute;n Louis Vuitton&nbsp;
En la serie &ldquo;Somnyama Ngonyama&rdquo; [&ldquo;Salve a la leona oscura&rdquo; en zul&uacute;], una colecci&oacute;n de autorretratos tomados en casas y habitaciones de hotel durante sus viajes al extranjero, Muholi desaf&iacute;a la historia de las representaciones fotogr&aacute;ficas de la mujer negra. Con un maquillaje atrevido, peinados en constante cambio y una amplia variedad de disfraces y accesorios, Zanele Muholi muestra su propia imagen con orgullo, jugando inteligentemente con los estereotipos de la feminidad africana. La artista utiliza el contraste de la fotograf&iacute;a en blanco y negro para acentuar la oscuridad de su cuerpo.
La obra forma parte de la colecci&oacute;n de la Fundaci&oacute;n Louis Vuitton, inaugurada en 2014 y&nbsp; dise&ntilde;ada por el arquitecto Frank Gehry. Se trata de un centro dedicado al arte contempor&aacute;neo y moderno cuya estructura vanguardista, con forma de velas de vidrio, se ha convertido en un &iacute;cono arquitect&oacute;nico.&nbsp;

No-musa, Toyen, Noruega, de Zanele Muholi, en la Fundación Louis Vuitton 

La peque&ntilde;a bailarina de catorce a&ntilde;os, de Edgar Degas, en el Mus&eacute;e D'orsay
Creada en 1881, la obra representa a una joven bailarina, Marie van Goethem, capturada en una postura realista y natural. El uso de materiales mixtos resulta especialmente llamativo: el cuerpo de bronce contrasta con el tut&uacute; de tela y la cinta en su cabello. De este modo, Degas rompe con las convenciones tradicionales al presentar una figura juvenil con rasgos realistas, destacando la dedicaci&oacute;n y dureza del mundo del ballet. La escultura original de Degas era de cera, y no fue hasta 1922 que los herederos del artista decidieron realizarla en bronce.

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