M&aacute;s all&aacute; del debate cotidiano por qui&eacute;n realiza las tareas del hogar, lo que persiste es un sistema absolutamente injusto de reparto del tiempo que termina condicionando la vida de las mujeres. Aqu&iacute;, algunas de las razones por las que los cuidados deber&iacute;an ser ya parte de la conversaci&oacute;n p&uacute;blica.&nbsp;

Primero est&aacute; lo evidente: pelusones debajo de las camas, cosas que se rompen en la casa sin que nadie atine a repararlas. S&iacute;, definitivamente hay maneras muy f&aacute;ciles de entender la importancia del cuidado cuando todo se limita a ver c&oacute;mo decaen las cosas sin una mano cuidadora cerca, sin alguien que devuelva lo desordenado a su sitio, sin nadie que zurza lo roto o compre lo que haga falta para llenar la heladera.
Sin embargo, detr&aacute;s de toda esa obviedad hay un mundo entero de tiempo. Real, pero invisible. El de las horas invertidas en ir y volver del colegio, del tiempo de hacer la tarea, repasar una lecci&oacute;n o esperar, cerca de la cama, a que la fiebre baje. El tiempo que insume ocuparse de pasear al perro, o de llevarlo al veterinario, las horas que se van hablando con profesoras de matem&aacute;tica diciembre tras diciembre y con profes de Taekwondo todo el a&ntilde;o. La interminable pausa de las salas de espera y tanto, tanto m&aacute;s. Primero a los beb&eacute;s, despu&eacute;s a los ni&ntilde;os, m&aacute;s tarde a los adolescentes y en el medio a quienes se enfermen o simplemente envejezcan m&aacute;s r&aacute;pido de lo que jam&aacute;s hubi&eacute;ramos pensado. Padres y madres, por caso.&nbsp;
El tiempo de las mujeres suele ser esa cosa el&aacute;stica &ndash;y en apariencia inagotable- en la que nadie repara porque siempre est&aacute; ah&iacute;, disponible. Sin embargo, desde la econom&iacute;a feminista ya se han convertido todas esas horas en, por ejemplo, dinero. Y hasta en aportes a la riqueza de las naciones. En 2021, por caso, un ejercicio de monetizaci&oacute;n del Trabajo De Cuidados No Remunerado (TDCNR, en la sigla t&eacute;cnica), realizado por el Ministerio de Econom&iacute;a de la Naci&oacute;n, permiti&oacute; &ldquo;traducir&rdquo; el trabajo no pago de las mujeres a un porcentaje concreto del PBI de varios pa&iacute;ses de la regi&oacute;n. Y hubo impacto &ndash;pero no sorpresa- al verificar que en Colombia, esas horas &ldquo;donadas&rdquo; por las mujeres equivalen al 16.4% del PIB, que en El Salvador son el 16.8 % o que en M&eacute;xico representan el 18% del Producto Interno Bruto.&nbsp; &iquest;Y en Argentina? Aportamos el 15, 9%. Dicho de otra manera, alguien aqu&iacute; est&aacute; haciendo un gran negocio. Y no somos las mujeres, precisamente.&nbsp;
Ellas hacen, ellos &ldquo;colaboran&rdquo;
A trav&eacute;s de las llamadas encuestas nacionales de uso del tiempo (ENUTs), desde hace algunos a&ntilde;os distintos pa&iacute;ses han logrado convertir lo que era una percepci&oacute;n generalizada (los hombres, en general, se dedican poco y nada de su d&iacute;a a atender la casa, a sus hijos o a sus padres ancianos) en datos concretos. Inapelables. La primera ENUT que se llev&oacute; a cabo en Argentina en 2021 estableci&oacute; que 91,6% de las mujeres hacen trabajo no remunerado (las innumerables &ldquo;cosas de la casa&rdquo;), frente a s&oacute;lo el 73, 9 % de los hombres que lo hace.&nbsp;
Uno de los hallazgos m&aacute;s interesantes de la encuesta, sin embargo, refiere a lo que pasa en un hogar cuando hay lo que se conoce como &ldquo;demandantes de cuidado&rdquo;. Traducci&oacute;n: personas de hasta 13 a&ntilde;os (beb&eacute;s y ni&ntilde;os) as&iacute; como tambi&eacute;n personas con alguna discapacidad, adultos no v&aacute;lidos&nbsp; y todas &ldquo;aquellas personas que necesitan ayuda para realizar las tareas b&aacute;sicas de la vida&rdquo;.&nbsp; En esos casos, se evidencia que cuando hay personas que requieren cuidados en casa, aumenta desde luego el trabajo de los no remunerados y baja la participaci&oacute;n en lo que se conoce como &ldquo;trabajo en la profesi&oacute;n&rdquo;.&nbsp;
Pero, atenci&oacute;n: si el dato se desagrega por sexo, &ldquo;se observa que la participaci&oacute;n de los varones no se ve afectada por la presencia o no de demandantes de cuidados. En el trabajo &ldquo;en la profesi&oacute;n&rdquo; se mantiene en torno del 55% y en el &ldquo;no remunerado&rdquo; en torno al 74%. En cambio, la situaci&oacute;n de las mujeres se modifica cuando hay demandantes de cuidado: la participaci&oacute;n en la ocupaci&oacute;n &ldquo;en la profesi&oacute;n&rdquo; baja del 39% al 34% y aumenta en el trabajo no remunerado para del 90% al 93, 8%&rdquo;. Evidentemente, el cuidado sigue siendo &ldquo;cosa de mujeres&rdquo; y son ellas las que le ponen el cuerpo y el costo a que el mundo siga girando. Justamente por eso ya va siendo hora de abrir la discusi&oacute;n sobre el tema.
Hacia una sociedad cuidadora
Desde los feminismos, desde la academia, desde la econom&iacute;a y desde los numerosos trabajos producidos por las agencias internacionales de cooperaci&oacute;n y desarrollo ha quedado demostrado el rol central de las mujeres de cara al crecimiento y el bienestar de las sociedades. Es precisamente por eso que una distribuci&oacute;n m&aacute;s justa, racional y transversal del cuidado entre familias, empresas, comunidad y Estado se vuelve impostergable.&nbsp;
Alrededor del mundo y tambi&eacute;n en Am&eacute;rica Latina se han desarrollado distinto tipo de respuestas frente a esto que- sobre todo desde la pandemia de COVID 19, en 2020- ya se reconoce como una verdadera &ldquo;crisis de cuidados&rdquo; en la que hay m&aacute;s demandantes de atenci&oacute;n y asistencia que personas en condiciones de ofrecerlos.&nbsp; &ldquo;Y el cuidado es un derecho humano&rdquo;, se&ntilde;ala Natalia Gherardi, directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y G&eacute;nero (ELA), una ONG feminista con dos d&eacute;cadas de trayectoria, que impulsa desde hace a&ntilde;os el tema de los cuidados en Argentina.&nbsp; Seg&uacute;n explica, &ldquo;Es en la Conferencia Regional sobre la Mujer de Am&eacute;rica Latina y el Caribe de Quito, en 2007, donde por primera vez &ndash;siguiendo una conceptualizaci&oacute;n de Laura Pautassi- se reconoce al cuidado como un derecho. Mejor dicho, como uno de los derechos humanos b&aacute;sicos que tenemos todas las personas por el solo hecho de serlo y que por lo tanto conlleva una serie de responsabilidades y obligaciones por parte de los estados. Estos deben hacer pol&iacute;tica p&uacute;blica para facilitar el cumplimiento y el ejercicio efectivo de ese derecho al cuidado, a cuidar, a ser cuidados y a tener tiempo y momentos para el autocuidado&rdquo;.&nbsp;
Para lograr ese cometido, varios pa&iacute;ses de la regi&oacute;n (Colombia, Costa Rica, Chile y Uruguay, entre otros) vienen impulsando pol&iacute;ticas p&uacute;blicas que abarcan desde la construcci&oacute;n de espacios de primera infancia y centros educativos, hasta espacios para adultos mayores, junto con el desarrollo de normativa espec&iacute;fica que permita a sus ciudadanos y ciudadanas disponer de m&aacute;s tiempo para cuidar a su familia cuando lo necesiten. Tambi&eacute;n se ha creado en varios pa&iacute;ses &ndash;incluyendo Argentina- un registro nacional de cuidadores para que quienes requieran de esos servicios cuenten con un listado oficial de profesionales acreditados.
Tiempo de cambios
Aunque eso no es todo. Desde mayo de 2022 est&aacute; recorriendo el camino legislativo un proyecto de ley (Cuidar en Igualdad) que busca comenzar a construir una verdadera sociedad de cuidados, con perspectiva de g&eacute;nero, enfoque de derechos y &ndash;clave- el entendimiento de que cuidar es parte de la vida en com&uacute;n. Por eso se habla de &ldquo;corresponsabilidad&rdquo; (todos cuidamos, todos tenemos derecho a ser cuidados)&nbsp; y se plantea un rol m&aacute;s activo de parte del Estado, tanto a trav&eacute;s de la inversi&oacute;n en el tema como en la generaci&oacute;n de leyes que favorezcan ese cambio.&nbsp;
Un solo ejemplo: hoy, en Argentina, cuando alguien se convierte en padre biol&oacute;gico tiene s&oacute;lo 48 horas de licencia en el trabajo. A partir de esta nueva ley- que todav&iacute;a no fue debatida en las tres comisiones a las que fue girada- pasar&aacute; a tener quince d&iacute;as de licencia que se ir&aacute;n incrementando con el tiempo. Tambi&eacute;n los padres y madres adoptantes &ndash;que a&uacute;n no tienen ese beneficio- podr&aacute;n disponer de tiempo para cuidar a ese hijo.
&ldquo;Esto se puede sintetizar en la frase Dime donde trabajas y te dir&eacute; qu&eacute; derechos tienes. Porque todo depende de si se trabaja para el sector privado-regulado por la Ley de Contratos de trabajo o para el sector p&uacute;blico nacional o para alguna provincial (depende cu&aacute;l) o para un sector en particular (si se es docente, por ejemplo, regulado por el Estatuto del docente), etc. Es una pared con un mosaico de mil colores donde la calidad del empleado y la identidad del empleador determina qu&eacute; derechos se tienen&rdquo;, se&ntilde;ala Gherardi. Y, precisamente por eso &ndash;por una cuesti&oacute;n de justicia y de verdadera igualdad ante la ley- es que urge contar con un sistema integral, nacional y gratuito de cuidados. O, como m&iacute;nimo, empezar a discutir c&oacute;mo resolveremos socialmente un tema del que nadie queda afuera.

La última frontera de la desigualdad

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