Inspiradas en experiencias personales, las letras de Taylor Swift siempre est&aacute;n listas para entregar el mensaje.

Si hay algo a lo que Taylor Swift jam&aacute;s le tuvo miedo es a ser autorreferencial. &ldquo;Tengo una f&oacute;rmula para componer m&uacute;sica. Si sigo escribiendo canciones sobre mi vida, y mi vida siempre cambia, entonces mi m&uacute;sica siempre cambiar&aacute;&rdquo;, le dijo Swift a USA Today en 2010. Y el material es inagotable: su carrera est&aacute; construida sobre los cimientos s&oacute;lidos de su po&eacute;tica personal, algo por lo que el p&uacute;blico swiftie muere. No se cansan de sus aventuras sentimentales, de su coraz&oacute;n siempre sobre la mesa, del melodrama ni de la disecci&oacute;n de emociones hasta las &uacute;ltimas consecuencias. Con&oacute;cete a ti mismo dec&iacute;a el or&aacute;culo d&eacute;lfico y Swift se lo toma a pecho con versos ingeniosos como &ldquo;I have this thing where I get older but just never wiser&rdquo; de &ldquo;Anti-Hero&rdquo;, o &ldquo;They say all's well that ends well, but I'm in a new hell / Every time you double-cross my mind" en &ldquo;All Too Well&rdquo;, donde se da el lujo hasta de citar a Shakespeare.&nbsp;
Swift es un camale&oacute;n: puede cantar sobre un coraz&oacute;n roto en la adolescencia o, en Midnights, su &uacute;ltimo &aacute;lbum, sobre la ansiedad que ataca en las horas de la madrugada; puede pasar del romanticismo m&aacute;s inocente a la confesi&oacute;n de un affaire en &ldquo;Style&rdquo; (sobre Harry Styles, claro) y terminar en la venganza encarnizada por diversos medios. La m&aacute;quina Swift engulle todo y escupe raras aleaciones que hacen de lo singular una experiencia universal: todas podemos identificarnos con una mujer a la que un hombre ha tratado injustamente.
Su encanto se despliega en este movimiento: sus tribulaciones &iacute;ntimas se vuelven himnos masivos. &iquest;A qu&eacute; otra cosa podr&iacute;a aspirar una artista popular? A trav&eacute;s de sus famosas eras, que van desde la inocencia country de su &aacute;lbum debut hom&oacute;nimo (Swift se mud&oacute; de Pensilvania a Nashville a los catorce a&ntilde;os para poder abrirse paso en esa escena), el pop (1989) con paradas en el folk (Folklore) y un aterrizaje reciente en pasajes sonoros de synth-pop (Midnights), Swift cuestiona una y otra vez los lugares encasillados que la industria de la m&uacute;sica popular les tiene reservados a las mujeres y, en ese movimiento, se convierte en una compositora madura, que conf&iacute;a en lo que tiene para decir y no duda en explotarlo hasta las &uacute;ltimas consecuencias.
Dulce venganza
Existe el revenge dress, ese que luci&oacute; Lady Di cuando la prensa anunci&oacute; su separaci&oacute;n del pr&iacute;ncipe Carlos, y ahora existe la revenge song. Swift entendi&oacute; todo cuando empez&oacute; a capitalizar el odio mis&oacute;gino de la industria, que la acusaba ―y todav&iacute;a lo hace― de tener demasiados intereses rom&aacute;nticos (un cl&aacute;sico slut shaming, por qu&eacute; negarlo). Inteligente, se aliment&oacute; de este hate y lo puso a trabajar en la creaci&oacute;n de letras llenas de met&aacute;foras, sentidos a descifrar, pero tambi&eacute;n alusiones directas. Los ejemplos se repiten: en &ldquo;Blank Space&rdquo; us&oacute; el traje de comehombres y llev&oacute; al paroxismo su reputaci&oacute;n de femme fatale, en &ldquo;Shake It Up&rdquo; cre&oacute; un himno para los nerds, los marginales, los aparatos, todas cualidades que son f&aacute;cilmente reconocibles en ella porque es su punctum: por m&aacute;s aura de superestrella que la rodee, Swift en el fondo es una rara.&nbsp;
Y motivos para vengarse no le faltan, y no solo de sus ex: Scooter Braun, anta&ntilde;o su productor discogr&aacute;fico, se convirti&oacute; en el enemigo personal de Taylor cuando le impidi&oacute; recomprar los derechos de sus primeros seis discos luego de que abandonara la compa&ntilde;&iacute;a Big Machine Records en 2019. &iquest;La respuesta de Swift? Volverlos a grabar desde cero. De ah&iacute; las &ldquo;Taylor&rsquo;s versions&rdquo; y una pelea que termin&oacute; en justicia po&eacute;tica para la compositora. &ldquo;All Too Well&rdquo;, sobre su relaci&oacute;n con Jake Gyllenhaal, tiene en esta grabaci&oacute;n una narrativa ampliada y encendi&oacute; el furor entre sus seguidoras, que la esperaban hac&iacute;a a&ntilde;os, luego de un comentario que hizo al pasar en una entrevista. &iquest;Qui&eacute;n puede soportar una canci&oacute;n pop que dura diez minutos? El p&uacute;blico swiftie, que no solo la soporta, sino que anhela cualquier oportunidad de meterse en su universo narrativo y sufrir con cada juego de palabras, con cada aliteraci&oacute;n y cada referencia a descubrir.
Como la venganza es un plato que se come fr&iacute;o, el turno les lleg&oacute; a varios, entre ellos a John Mayer, novio de Taylor entre 2009 y 2010. Swift escribi&oacute; &ldquo;Dear John&rdquo;, una balada en la que la letra no es la estrategia principal: los arreglos de la canci&oacute;n emulan los de &ldquo;Gravity&rdquo;, el track m&aacute;s famoso del guitarrista. Su mente maravillosa ide&oacute; la venganza perfecta: at&oacute; ambas canciones para siempre. Mayer no podr&aacute; volver a tocarla sin sentir el peso de la jugada maestra.
Cuando hace estas cosas, es inevitable sentir un poco de cringe o verg&uuml;enza ajena, seguida de admiraci&oacute;n por sus vueltas de tuerca. M&aacute;s madura, en Midnights elev&oacute; la apuesta: ya no se trata de venganza sino de sentarse a disfrutar del karma, porque en el universo swiftie hay buenas y malas acciones, hay justicia y reparaci&oacute;n. &ldquo;Cause karma is my boyfriend/ Karma is a god/ Karma is the breeze in my hair on the weekend/ Karma's a relaxing thought&rdquo;. Taylor contra el mundo, pero ahora sabiendo que al final todo llega.&nbsp;
Hola qu&eacute; tal, el problema c'est moi
&ldquo;Anti-Hero&rdquo; es la canci&oacute;n perfecta para esta &eacute;poca: con un estribillo s&uacute;per pegadizo y que se viraliz&oacute; en Tik Tok, hoy rito de pasaje obligatorio para cualquier canci&oacute;n pop que quiera tener &eacute;xito, el &ldquo;It&rsquo;s me, hi, I&rsquo;m the problem it&rsquo;s me&rdquo; la pone a Taylor por primera vez en un lugar m&aacute;s ir&oacute;nico y le permite desarrollar su l&iacute;rica de manera m&aacute;s madura, m&aacute;s ambivalente, mucho menos cursi. &ldquo;Sometimes I feel like everybody is a sexy baby/ And I&rsquo;m a monster on the hill&rdquo; es un hallazgo para una compositora que siempre cant&oacute; en defensa propia.&nbsp;
En &ldquo;Champagne Problems&rdquo; ya se hab&iacute;a dado vuelta y hab&iacute;a roto un coraz&oacute;n; ahora est&aacute; m&aacute;s grande, tiene problemas de treinta&ntilde;era, se va probando distintos avatares: la enroscada, la que mete el dedo en la llaga, la que aprendi&oacute; de los golpes y entonces disfruta del karma, la artista que sabe lo que vale. Sus canciones son artefactos que capturan momentos y los cristalizan para siempre, y contienen todo el espectro de la sensibilidad femenina. Por eso nos obsesionan, por eso las cantamos a los gritos, por eso siempre queremos m&aacute;s. Y ella supera todas nuestras expectativas.

La canción de la revancha

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