Rituales digitales, realismo capitalista, plataformas de expresividad, intimidad y globalizaci&oacute;n. Las etiquetas de Eric Sadin para entender el presente.

Con algunos minutos de retraso, Eric Sadin (1970) avanza con firmeza por el pasillo que se abre entre dos bloques compactos de sillas ocupadas por un p&uacute;blico devoto que ha colmado el auditorio del rectorado de la Universidad de Tres de Febrero, una antigua mansi&oacute;n afrancesada en el bajo porte&ntilde;o. En un contexto en el que el costo de los libros se ha vuelto casi imposible tanto para lectores como para editores, el arrastre de este fil&oacute;sofo franc&eacute;s no deja de sorprender. Hay cola de una cuadra y media y, a la hora se&ntilde;alada, quienes no entren en la sala deber&aacute;n verlo en el patio en pantalla gigante. Sin contar los cinco mil que siguen su conferencia p&uacute;blica v&iacute;a You Tube y los que ya se aseguraron sus butacas para la segunda intervenci&oacute;n p&uacute;blica del autor de La era del individuo tirano (2022) y La vida espectral (2024), en el Malba. Si se resbala en el lugar com&uacute;n de se&ntilde;alarlo como una pop star del pensamiento, visto desde cerca, Sadin es un mashup del iconoclasta Serge Gainsbourg y Ritchie Blackmore, el irascible guitar hero de Deep Purple.&nbsp;
Pero sus temas no son la cultura pop ni el hard rock (aunque dedique varias p&aacute;ginas de La era del individuo tirano al an&aacute;lisis de las tapas de discos del hip hop) sino el diagn&oacute;stico de este tiempo que caracteriza como &ldquo;tecno-liberal&rdquo;. Es curioso que el mismo auditorio que se supone parte de esta cr&iacute;tica a una escalada que, seg&uacute;n sus reflexiones, ha puesto en jaque la misma idea de sociedad participe de los rituales digitales que el pesimista fil&oacute;sofo deplora. Antes, durante y despu&eacute;s de su charla, que se convierte en una suerte de mit&iacute;n pol&iacute;tico (en el sentido m&aacute;s estricto del t&eacute;rmino) sobre lo que llama &ldquo;el paisaje argentino&rdquo; a partir de la asunci&oacute;n de Javier Milei al poder, hay gente haci&eacute;ndose selfies o capturando sus pensamientos a trav&eacute;s del smartphone para compartirlos en lo que Sadin elige llamar &ldquo;plataformas de expresividad&rdquo; antes que redes sociales. &iquest;Pero es que no lo leyeron? Seguro que s&iacute;, lo que vuelve todo m&aacute;s complejo. Tanto como seguir a alguien que define Instagram como el &ldquo;liberalismo del yo&rdquo; (y no como un elogio al cuentapropismo) para verlo en vivo a trav&eacute;s de la pantalla y compartir con las &ldquo;masas atomizadas&rdquo; (otra de sus definiciones) que se estuvo ah&iacute; participando de un acto que condena ese mismo dispositivo de comunicaci&oacute;n. Coreograf&iacute;a m&aacute;s precisa de la trampa contempor&aacute;nea no queda.&nbsp;
&ldquo;Hablemos de otra cosa, lo que yo haga o no con esto es irrelevante&rdquo;, hab&iacute;a dicho Sadin, antes, en una oficina elegante del rectorado. Siguiendo los preceptos de Roland Barthes, cuyas legendarias Mitolog&iacute;as procura traer al siglo XXI, el punctum de la foto mental se sit&uacute;a en el material gastado, viejo, de la cubierta de su propio smartphone. Ese detalle de cuidada desprolijidad visibiliza el desd&eacute;n con el que trata al objeto en el que seg&uacute;n su an&aacute;lisis se cristaliz&oacute; una subjetividad trabajada por el neoliberalismo desde la segunda mitad de los 70. Nunca sabremos hasta qu&eacute; punto Sadin se involucra como usuario (es como preguntarle a Naomi Klein si usa Levi&rsquo;s o manda a comprar jeans gen&eacute;ricos a los fabricantes de las avenidas Avellanedas del mundo) pero quiere que su celu se vea as&iacute;, como la piel curtida de una modernidad en retirada.
Sadin arquea las cejas con preocupaci&oacute;n cuando se le explica que esta ma&ntilde;ana muri&oacute; Mar&iacute;a Teresa Troiano, la primera v&iacute;ctima del desfinanciamiento del DADSE (Direcci&oacute;n de Asistencia Directa por Situaciones Especiales) que dej&oacute; de recibir su medicaci&oacute;n oncol&oacute;gica en diciembre. &ldquo;Casos como este responden a un ethos liberal-libertario que cree que organismos como ese en lugar de crear redes de protecci&oacute;n est&aacute;n para paralizar a la sociedad. Para ellos la organizaci&oacute;n social es la que nos ha conducido a la cat&aacute;strofe actual. Y el lazo entre l&iacute;deres como Milei y las masas es indisociable del uso de las tecnolog&iacute;as digitales&rdquo;, razona, los dedos de las manos entrelazados a la altura del ment&oacute;n. Y esto es Sadin en estado puro, alguien que diagnostica el presente a partir de una genealog&iacute;a tanto de la pantalla t&aacute;ctil que inspir&oacute; Black Mirror (ciencia ficci&oacute;n con fecha de vencimiento) como de un sistema global que el ensayista ingl&eacute;s Mark Fisher defini&oacute; de manera impar: realismo capitalista. O como lo pone Sadin, ahora mismo: &ldquo;Vivimos d&aacute;ndole plata a la corporaci&oacute;n de Silicon Valley denunciando la explotaci&oacute;n capitalista desde sus propias plataformas&rdquo;. Solari, s&iacute;: nuestro amo juega al esclavo.&nbsp;&nbsp;
En la sombra que su pelo proyecta contra la pared se dibuja la figura de Hannah Arendt (1906-1975), una referencia constante en sus ensayos. &ldquo;Es una de mis figuras, s&iacute;, pero no la &uacute;nica. Puedo decir que me inscribo en su linaje pues Hannah Arendt era una fil&oacute;sofa que ten&iacute;a una relaci&oacute;n activa con su presente y eso no era lo m&aacute;s com&uacute;n en el siglo XX. Trabajaba sobre la educaci&oacute;n, los medios, la t&eacute;cnica. Como Michel Foucault, ella diagnosticaba el presente. Arendt ten&iacute;a la particularidad de trabajar en tiempo real como fue en el caso del juicio a Eichmann. Estaba entre el periodismo y la filosof&iacute;a y eso la hac&iacute;a una figura muy interesante, capaz de analizar la feria de Par&iacute;s, la sociedad de consumo. Hoy tenemos a quienes trabajamos el presente con esa perspectiva; aquellos que se mantienen en la abstracci&oacute;n del pensamiento y otros que, para mi gusto, trabajan con demasiado impresionismo&hellip; No voy a dar nombres&rdquo;, cierra herm&eacute;tico.
&ndash; Pero yo s&iacute; puedo nombrar. &iquest;(el fil&oacute;sofo coreano-alem&aacute;n) Byung Chul Han?
&ndash; No me interesa. Llevo m&aacute;s de quince a&ntilde;os interpretando el cambio de comportamiento producido por el capitalismo digital con herramientas propias y sufro al ver que hay gente repitiendo como si fueran novedades cosas que dije hace diez a&ntilde;os. Lo que cuenta es entender lo que est&aacute; por venir y no repetir de memoria lo que ya sabemos. Yo estoy en la trinchera del presente inmediato. Un d&iacute;a voy a volverme loco.
(En la desgrabaci&oacute;n, la voz de Sadin en franc&eacute;s, respuestas largas ritmadas por el uso recurrente de la palabra attention, se pisa con la traducci&oacute;n simult&aacute;nea en espa&ntilde;ol de una mujer. Hablan en el est&eacute;reo de los locos que se contestan a s&iacute; mismos. O de los otros, los que inventaron el amor.)&nbsp;
Fotograf&iacute;as: Coni Rosman (Caja Negra) y Guillermo Monteleone (UNTREF).&nbsp;

Filosofía para nuestras contradicciones

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