La artista argentina que pinta en lo m&aacute;s profundo de la selva guatemalteca.

Hace m&aacute;s de 40 a&ntilde;os, la reconocida artista argentina Vivian Suter -nacida en Buenos Aires y criada en Suiza- decidi&oacute; instalarse a vivir en la selva guatemalteca, en Panajachel, a orillas del lago Atitl&aacute;n, una peque&ntilde;a ciudad habitada mayoritariamente por la comunidad Kaqchikel. Sus obras se exhiben en los m&aacute;s prestigiosos espacios internacionales, como el Museo Reina Sof&iacute;a de Madrid, la Bienal de Sao Paulo y, m&aacute;s recientemente, en el imponente Museo de Arte, Arquitectura y Tecnolog&iacute;a de (MAAT) de Lisboa, a orillas del R&iacute;o Tajo, donde inaugur&oacute; d&iacute;as atr&aacute;s su exposici&oacute;n &ldquo;Disco&rdquo;.
Sin embargo, su n&uacute;cleo creativo est&aacute; fuertemente ligado a su lugar de residencia: un peque&ntilde;o pueblo con un hermoso lago y tres volcanes, cerca de las monta&ntilde;as, en un antiguo cafetal. En Panajachel, Suter (Buenos Aires, 1949) descubri&oacute; el lugar perfecto para alejarse de las influencias del mundo del arte. &ldquo;Quer&iacute;a encontrar mi propia voz&rdquo;, dice sonriente, mientras recorre su flamante exposici&oacute;n, un potente conjunto de 500 pinturas realizadas en los &uacute;ltimos diez a&ntilde;os, que ocupan la sala principal del museo lisboeta, con su arquitectura de fachada ondulante, en el paseo mar&iacute;timo de la zona hist&oacute;rica de Bel&eacute;m.
Curada por S&eacute;rgio Mah, la exposici&oacute;n en el MAAT ocupa la inmensa Galer&iacute;a Oval, un espacio que parece hecho a medida para las obras de Suter. Nada menos que 500 pinturas, incluyendo 163 nunca antes expuestas, llenan la sala con sus tonalidades intensas y texturas v&iacute;vidas, que reflejan una mezcla de caos y serenidad propias de la naturaleza que tanto la inspira.
Para Suter, la creaci&oacute;n es un proceso abierto y colaborativo, donde no solo intervienen sus manos sino tambi&eacute;n los elementos del entorno. Con acr&iacute;licos, &oacute;leos y pigmentos, pinta habitualmente al aire libre, en su jard&iacute;n, creando obras principalmente abstractas, inspiradas en la vegetaci&oacute;n tropical que la rodea. Luego, deja los lienzos expuestos durante d&iacute;as -a veces semanas- a la intemperie, a merced de la lluvia, el viento, la tierra, e incluso las pisadas de animales para que intervengan en ellos. Es una forma de dejar que la naturaleza participe activamente en su trabajo. &ldquo;Es una obra colaborativa, libre de jerarqu&iacute;as y prejuicios&rdquo;, comenta el curador, destacando una producci&oacute;n que pocas veces se encuentra en el arte contempor&aacute;neo.
Hubo dos tormentas tropicales en Guatemala, en 2005 y en 2010, que arrasaron, entre otras cosas, con el taller de Suter, lo que marc&oacute; un punto de inflexi&oacute;n en su carrera. Para ella, fue &ldquo;una revelaci&oacute;n&rdquo;: observ&oacute; que la huella de la tormenta hab&iacute;a transformado sus pinturas, dot&aacute;ndolas de una cualidad inesperada y viva. Desde entonces, es posible encontrar en sus obras los rastros de hojas, ramas, de tierra, alg&uacute;n insecto, manchas de la lluvia y marcas del sol, e incluso, las huellas de algunos de sus perros, Disco, Nina y Tint&iacute;n.
El t&iacute;tulo de la muestra, &ldquo;Disco&rdquo;, es justamente el homenaje al nombre de uno de sus perros, inseparable compa&ntilde;ero que con sus pisadas ha colaborado en la autor&iacute;a de algunas de las obras.&nbsp;
La atm&oacute;sfera de Panajachel impregna cada pintura de Suter: el clima, la vegetaci&oacute;n y los animales se convirtieron en temas centrales de su producci&oacute;n. &ldquo;Nada de lo que he hecho como artista tendr&iacute;a sentido sin este lugar&rdquo;, afirma Suter, dejando en claro que su pr&aacute;ctica est&aacute; intr&iacute;nsecamente vinculada al ecosistema que la rodea. Las pinturas resultantes son paisajes abstractos que, m&aacute;s all&aacute; de representar la naturaleza, la contienen.
En la exposici&oacute;n en MAAT, las pinturas de Suter no tienen t&iacute;tulo, ni tampoco est&aacute;n limitadas por marcos sino que cuelgan libremente en el espacio, a veces superpuestas, otras suspendidas del cielo raso, colocadas en estructuras t&iacute;picas de almacenamiento de trastienda, o incluso colocadas sobre el suelo de la sala, permitiendo acercarse a ellas desde m&uacute;ltiples &aacute;ngulos.
El recorrido de esta artista ha sido tan &uacute;nico como su arte. Nacida en Buenos Aires en 1949, en una familia europea, Suter creci&oacute; rodeada de arte y creatividad. Su madre, Elisabeth Wild, tambi&eacute;n artista, la acompa&ntilde;&oacute; en sus primeros pasos en el mundo art&iacute;stico. A los doce a&ntilde;os, dej&oacute; su casa de Mart&iacute;nez, provincia de Buenos Aires, para mudarse a Suiza, donde desarroll&oacute; su formaci&oacute;n en arte. A los 30 a&ntilde;os, durante un viaje por Centroam&eacute;rica en busca de ruinas arqueol&oacute;gicas mayas, descubri&oacute; el que hoy es su hogar en Panajachel. Fue entonces cuando su obra comenz&oacute; a reflejar intensamente la naturaleza.
La exposici&oacute;n en el MAAT estar&aacute; abierta hasta el 17 de marzo de 2025 y a mediados de 2025, &ldquo;Disco&rdquo; llegar&aacute; al Palais de Tokyo en Par&iacute;s, en lo que promete ser otro hito en la carrera de esta singular artista, cuyas obras forman parte de prestigiosas colecciones como la Tate de Londres, el Museo de Arte Moderno de Varsovia, el Guggenheim Museum de Nueva York, y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof&iacute;a de Madrid, entre otros.

Cinco minutos para conocer a Vivian Suter

Entradas recomendadas

Moda

En clave sostenible

Arte y cultura