Reabre sus puertas el legendario restaurante, centro de la elegancia y la sociedad parisinas. Espacios que cobran nueva vida bajo la direcci&oacute;n art&iacute;stica de la maison Dior.&nbsp;&nbsp;

Si en palabras de Hemingway Par&iacute;s era una fiesta, el m&iacute;tico restaurante de la Rue Royale bien podr&iacute;a ser s&iacute;mbolo de la Ciudad Luz. Fue all&iacute;, a mitad de camino entre la Madeleine y la Place de la Concorde, donde Brigitte Bardot bail&oacute; descalza hasta la madrugada; donde como fin de fiesta Jane Birkin no tuvo reparos en deslizar piezas de porcelana repujada de Maxim&rsquo;s bajo la falda; donde Antonia &ndash;modelo top de los 60&ndash; intent&oacute; ingresar llevando una pantera; donde, en torno a la cocina francesa, damas de la alta sociedad se codeaban con magnates, estrellas de cine y celebridades.&nbsp;
Art nouveau, caoba, escarlata y dorado; espejos; cielorrasos de cristal decorado e iluminaci&oacute;n de alto impacto. Notables de todos los &aacute;mbitos han cenado y bailado all&iacute; desde sus comienzos en la Belle Epoque, cuando un joven camarero&nbsp; llamado Maxime Gaillard abri&oacute; el bistro en 1893, seis a&ntilde;os despu&eacute;s de que en la orilla opuesta del Sena apareciera la Torre Eiffel. En casi un siglo y medio de existencia y pasando por diversos propietarios, Maxim&rsquo;s ha sobrevivido a dos guerras mundiales, dos pandemias globales, la Gran Depresi&oacute;n y el declive de la alta cocina. Como despert&aacute;ndolo de un sue&ntilde;o reparador, el grupo franc&eacute;s de hospitalidad Paris Society lo ha revitalizado para los 2020 y su 130 aniversario.
Cerrado al p&uacute;blico durante catorce a&ntilde;os, se disip&oacute; su antiguo brillo. En 1978 perdi&oacute; sus tres estrellas Michelin. Pierre Cardin, cliente devoto, acept&oacute; el pedido del propietario Fran&ccedil;ois Vaudable&nbsp;de que lo comprase para evitar que cayera en manos extranjeras. Durante los ochenta el dise&ntilde;ador franc&eacute;s abri&oacute; locales en lugares distantes como Tokio, Chicago y Ciudad de M&eacute;xico. De todas maneras, la leyenda perdur&oacute; y Maxim&rsquo;s contaba con suficiente cachet como para ser elegido para eventos y cenas privadas, adem&aacute;s de licenciar el nombre legendario para alrededor de 200 productos como champagne, bombones, ceniceros, perfumes, chalinas de seda y jarros para caf&eacute;. Dej&oacute; de estar de moda y pas&oacute; a ser un lugar para revivir el pasado m&aacute;s que para vivir el momento.&nbsp;
&ldquo;Tengo una regla fundamental: si no hay terraza, no hay restaurante&rdquo;, afirma Laurent de Gourcuff, Presidente y Director General de Paris Society, uno de los grupos de hospitalidad m&aacute;s destacados y de crecimiento m&aacute;s r&aacute;pido de la ciudad, a cargo de Maxim&rsquo;s desde fines de 2022. &ldquo;Pero hay una excepci&oacute;n, solo una, y es Maxim&rsquo;s&rdquo;. Desde que asumiera el manejo del restaurante, el equipo de De Gourcuff ha invertido casi dos millones de euros en mejoras para traer esta joya del art nouveau al siglo XXI, manteni&eacute;ndose fiel al pasado.&nbsp;

El lugar donde comenzar esta nueva vida era la cocina, cerrada para servicio diario durante a&ntilde;os, a excepci&oacute;n de eventos privados. De Gourcuff y su equipo instalaron una nueva, con capacidad para servir a 160 mesas repartidas en tres pisos. Una instituci&oacute;n tan antigua ha sobrevivido a mucho de sus fantasmas y ha visto pasar innumerables generaciones y eras, pero se mantienen en su mayor parte los mismos cl&aacute;sicos: Tournedos Rossini &ndash;lomo de ternera servido con foie gras&ndash; figura en el men&uacute; desde hace 125 a&ntilde;os; Sole d&rsquo;Albert &ndash;filet de lenguado braseado en vermouth y frito en manteca&ndash;. El plato lleva el nombre de Albert Blaser, legendario ma&icirc;tre d&rsquo;hotel de 1934 a 1959, que conoc&iacute;a a los clientes por su nombre y estaba al tanto de todo, como para no sentar una cerca de la otra a dos estrellas de cine en conflicto.&nbsp;&nbsp;
Algunos platos, como la sopa VGE &ndash;llamada as&iacute; por Val&eacute;ry Giscard d&rsquo;Estaing, presidente franc&eacute;s de los setenta&ndash; figuran en el men&uacute; desde hace d&eacute;cadas, mientras que algunos reci&eacute;n llegados, como la langosta americana o el carpaccio de vieiras, conviven a la perfecci&oacute;n con los cl&aacute;sicos de la gastronom&iacute;a francesa.&nbsp; Algunos platos ricos en grasas y calor&iacute;as le cedieron el lugar a los m&aacute;s livianos; menos salsas y carne vacuna, m&aacute;s pescado y vegetales crudos. Para agasajar al jet set, siempre est&aacute; el caviar.&nbsp;&nbsp;
Si bien la comida es celestial, el objetivo de la renovaci&oacute;n no es recuperar las estrellas Michelin, sino el equivalente a ofrecer una cena festiva todas las noches. &ldquo;El &eacute;xito de nuestro restaurante abarca un mill&oacute;n de detalles: un dise&ntilde;o de sonido espectacular, una iluminaci&oacute;n cuidadosa, un bello exterior, un elevado nivel de servicio, una mezcla interesante de clientes de todas las industrias &ndash;moda, dise&ntilde;o y pol&iacute;tica&ndash;, y platos excelentes acordes con la &eacute;poca&rdquo;, dice De Gourcuff.&nbsp;
Camareros de esmoquin y corbata de mo&ntilde;o se deslizan por el gran sal&oacute;n, c&oacute;ctel en mano, o se detienen junto a una mesa para dos a trinchar una poule au pot Henri IV mientras modelos con sandalias de taco alto y discretos diamantes ocupan, quiz&aacute;s por primera vez, una mesa cercana a la de una pareja armoniosa que cena en Maxim&rsquo;s desde que se conocieron, hace ya d&eacute;cadas. El c&oacute;digo de&nbsp; vestimenta recomienda que los comensales vistan con elegancia y que los hombres lleven chaqueta (el guardarropa cuenta con chaquetas para auxiliar a alg&uacute;n caballero olvidadizo), como una forma de demostrar respeto y de honrar el lugar.&nbsp;

"Si en palabras de Hemingway Par&iacute;s era una fiesta, el m&iacute;tico restaurante de la Rue Royale bien podr&iacute;a ser s&iacute;mbolo de la Ciudad Luz"

El restaurante se ve muy similar a cuando Barbra Streisand celebr&oacute; all&iacute; el estreno de Yentl en 1983 o cuando Salvador Dal&iacute; lleg&oacute; con un conejo vivo y lo mand&oacute; a la cocina para que lo sirvieran en la cena. Pero, de hecho, la Directora Art&iacute;stica de la maison Dior Cordelia de Castellane, que trabaj&oacute; en el proyecto de renovaci&oacute;n, hizo algunas leves mejoras.
&nbsp;&ldquo;Mi &uacute;nica visi&oacute;n fue volver a darle vida&rdquo;, dice De Castellani, &ldquo;Maxim&rsquo;s es como una piedra preciosa, &uacute;nica y bella. Necesitaba una m&iacute;nima renovaci&oacute;n, pero no me atrever&iacute;a a cambiar la decoraci&oacute;n&rdquo;. Y de atreverse, no hubiera podido. Las paredes dise&ntilde;adas por Louis Marne con murales prerrafaelinos, espejos deslumbrantes, apliques art nouveau y paneles de caoba tallados fueron declarados monumentos hist&oacute;ricos y est&aacute;n protegidos desde 1979.&nbsp;
Los toques de renovaci&oacute;n son sutiles, pensados para traer el ic&oacute;nico local al siglo XXI. En lugar de las l&aacute;mparas de pantallas opacas, peque&ntilde;os faroles iluminan las mesas; la vajilla fue hecha a medida por Bernardaud; hay almohadones con motivos florales en las banquetas tapizadas de terciopelo rojo labial, y un nuevo dise&ntilde;o de luz y sonido. En el tercer piso, un fumoir en el jard&iacute;n de invierno es refugio para un cigarrillo clandestino bajo una magn&iacute;fica ara&ntilde;a candelabro invertida de vidrio en cereza y blanco de Comfort Tiffany.&nbsp;&nbsp;
Los v&iacute;nculos de De Castellane no son solo profesionales, tambi&eacute;n son personales. Miembros de la familia, como su antepasado Boni de Castellane, dandy de la Belle Epoque, fueron clientes importantes. Maxim&rsquo;s fue el lugar donde sus padres celebraron su boda en 1978. All&iacute; se han llevado a cabo muchos casamientos: la de Camille Charri&eacute;re, influencer de moda, y el productor de cine Fran&ccedil;ois Larpin; m&aacute;s recientemente, la de Alexandre Assouline, de linaje de editores, y Solange Assouline, que se desempe&ntilde;a en el desarrollo de negocios para Lightbox Jewelry. &ldquo;En realidad, decidimos casarnos en Par&iacute;s, porque all&iacute; es donde est&aacute; Maxim&rsquo;s&rdquo;, dice Solange. Honrar el pasado sin reinventar la rueda. Max&iacute;m&rsquo;s ha recuperado su antigua gloria y su puesto: tan parisino como la Torre Eiffel,&nbsp; los Croque Monsieur, las Bouquinistes, Christian Dior y las glicinas en primavera.

Traducci&oacute;n: Silvia Villegas

Chez Maxim's

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