Hotelero, periodista, actor, hijo de Carmen, amigo de Pampita, anfitri&oacute;n de talentos internacionales. El host del Four Seasons llega a Netflix mientras interpreta a Truman Capote en el teatro porte&ntilde;o.

&ldquo;Ladies and gentlemen, the one and only: &iexcl;Susana Gim&eacute;nez!&rdquo;. En la puerta de La Mansi&oacute;n del Four Seasons, Gabriel Oliveri acompa&ntilde;a esta exclamaci&oacute;n con un gran ramo de rosas amarillas, las flores favoritas de la diva que en ese instante atraviesa el umbral. La escena perdura en un video de la animada cuenta de Instagram del anfitri&oacute;n, cuya bio indica &ldquo;Hotelero. Periodista. Actor&rdquo;.&nbsp;
&ldquo;Pero la vida real no es Instagram&rdquo;, aclara in&uacute;tilmente Oliveri, impecable traje azul con boutonni&egrave;re, reci&eacute;n salido de la sesi&oacute;n de fotos. &ldquo;Hay d&iacute;as en los que uno se pierde y d&iacute;as en los que uno se encuentra&hellip; No hay que dramatizar. Los dramas grandes vienen solos. Hay que dejarse llevar&hellip; por el caf&eacute; de la esquina, por un libro, por el viento... Es la fragilidad de la vida. Hay que entender que estamos absolutamente de paso&rdquo;, sentencia. Minutos m&aacute;s tarde, exclama: &ldquo;&iexcl;Perdurar! &iexcl;Perdurar! Que quede algo que uno pueda ver cuando el cuerpo ya no d&eacute;. Yo no me puedo construir mi propia pir&aacute;mide de Egipto, como los faraones (que ser&iacute;a como mi proyecto de m&aacute;xima), pero pienso sacarle todo el jugo posible a la vida&rdquo;. Con ese prop&oacute;sito, ya se prob&oacute; con &eacute;xito como panelista, actor, escritor y gur&uacute;, mientras sigue a cargo de marketing del cinco estrellas Four Seasons, donde lleva m&aacute;s de veinte a&ntilde;os, porque &ldquo;como dice Mirtha: nunca se abandona un &eacute;xito&rdquo;.&nbsp;
Este entrerriano de Concordia fue alimentado a cine, radio, revistas y literatura variopinta. &ldquo;Escuch&aacute;bamos el radioteatro mientras mi mam&aacute; tej&iacute;a. Ella me llen&oacute; la vida de cosas lindas. A mi hermana y a m&iacute; nos dieron una cultura desprolijamente maravillosa&hellip; Claudette Colbert, Olivia de Havilland, Bette Davis&hellip; &iexcl;Todo conoc&iacute;amos, hasta a las actrices de otra &eacute;poca! Y a toda la realeza. Mam&aacute; nos hablaba de Fabiola de B&eacute;lgica y de Catalina de Rusia, de Limoges y de Baccarat&hellip; Cuando pude viajar, en cada lugar del mundo me acordaba de mam&aacute;. Ella nos inculc&oacute; la lectura con revistas viejas, que ped&iacute;a prestadas, y una biblioteca medio ca&oacute;tica pero muy surtida, que iba de Helen Van Slyke al boom latinoamericano&hellip; Imaginate lo que sent&iacute; cuando pude conocer ac&aacute; en el hotel a Mario Vargas Llosa&rdquo;. Y a Madonna, Fidel Castro, Mick Jagger, Paul Auster, Donatella Versace o Taylor Swift, entre otros muchos hu&eacute;spedes c&eacute;lebres.

&ldquo;No hay que dramatizar. Los dramas grandes vienen solos. Hay que dejarse llevar&hellip; estamos de paso&rdquo;

En Concordia naci&oacute; su vocaci&oacute;n actoral. &ldquo;Yo vine a Buenos Aires para estudiar teatro. Siempre quise eso. Ten&iacute;a toda la fantas&iacute;a hollywoodense. Sin evitar el Oscar, el BAFTA y cuanto premio pudiera meter. Uno sue&ntilde;a, total...&rdquo; En las selectivas entrevistas de admisi&oacute;n que tomaba el legendario Carlos Gandolfo, su primer maestro de teatro, le confes&oacute;: &ldquo;Estoy busc&aacute;ndole un sentido a mi vida. A lo mejor lo encuentro en las clases con usted&rdquo;. Otra epifan&iacute;a se produjo al pisar el boliche gay Bunker: &ldquo;Yo pens&eacute; que yo era el &uacute;nico. Que era una anomal&iacute;a. Entr&eacute; a Bunker y hab&iacute;a dos mil. &iexcl;Ah! &iexcl;Estaban ac&aacute;!&rdquo;.&nbsp;
Lleg&oacute; a ser extra en cine (&ldquo;en una pel&iacute;cula de Alberto Fischerman. Yo pasaba por el medio entre Georgina Barbarrosa y Giuliano Gemma, que hab&iacute;a sido el rey del spaguetti western italiano&rdquo;). Pero pronto &ldquo;me comi&oacute; la hoteler&iacute;a, que es lo m&aacute;s cercano al teatro que puede haber en el mundo: es igual de ef&iacute;mero y tambi&eacute;n consiste en hacer feliz a la gente&rdquo;.&nbsp;
Recorri&oacute; todo el escalaf&oacute;n en el rubro, desde su primer empleo como maletero en un hotel c&eacute;ntrico. &ldquo;Y pensar que yo nunca en mi vida hab&iacute;a ido a un hotel. En una &eacute;poca pap&aacute; fue camionero y las primeras vacaciones que tuvimos fueron a Mar del Plata, a mis cuatro a&ntilde;os, pero parando en la playa La Perla y durmiendo adentro del cami&oacute;n. Los chicos, adelante, y mi mam&aacute; y mi pap&aacute;, en la parte de atr&aacute;s, en un colch&oacute;n que hab&iacute;an puesto sobre los cajones vac&iacute;os de la mercader&iacute;a que &eacute;l hab&iacute;a ido a entregar. As&iacute; conoc&iacute; el mar. Tengo la foto. Eramos felices&rdquo;. Con los a&ntilde;os, a instancias de su padre comenzar&iacute;a la carrera de abogac&iacute;a, que abandon&oacute; por el negocio hotelero. &ldquo;Empezaron a llegar los hoteles internacionales y yo estuve en uno y otro, hasta que hace m&aacute;s de veinte a&ntilde;os lleg&oacute; el Four Seasons. Aqu&iacute; crec&iacute; un mont&oacute;n, me siento respetado y querido. Somos l&iacute;deres, el hotel tiene una ocupaci&oacute;n maravillosa, dos restaurantes exitosos y un bar genial. Me hacen otras propuestas y siempre contesto: soy feliz aqu&iacute;&rdquo;.

La exposici&oacute;n televisiva fue a la par, en distintas &eacute;pocas y diferentes roles: como gerente en El hotel de los famosos del reality televisivo, antes como el Doctor Amor, consejero sentimental de la far&aacute;ndula; durante cinco a&ntilde;os partenaire en la pantalla de su amiga Carolina Pampita Ardohain. &ldquo;La adoro, es como mi alter ego en femenino, dice. Soy como ella, pero sin esos hombres maravillosos, sin ese cuerpo, sin esa fortuna, en fin, sin nada&hellip; Yo soy la Pampita Cenicienta&rdquo;.&nbsp;
El reencuentro con el teatro fue reciente, un refugio en el duelo por la muerte de su madre a los noventa a&ntilde;os. &ldquo;Sigo siendo el hijo de Carmen. Cuando ella falleci&oacute;, yo me sent&iacute; como Bambi, que iba por la nieve diciendo &lsquo;mami, mami&rsquo;, con esas l&aacute;grimas de Disney que tardaban media hora en caer. La primera semana no pod&iacute;a ni caminar. Entonces, buscando algo m&aacute;s en qu&eacute; ocupar mis horas, adem&aacute;s del hotel, decid&iacute; volver a estudiar teatro&rdquo;. Ese regreso fue el origen de su doble debut, el a&ntilde;o pasado, en los ciclos de Microteatro, como actor encarnando a Ernest Hemingway (en la comedia breve Por qui&eacute;n doblan las&hellip; empanadas, dirigida por su maestra, Lili Popovich), y como director de La chica del buffet. Ahora se prepara para personificar a Capote en escena, en Querido Truman, el a&ntilde;o pr&oacute;ximo, y debutar en una serie de Netflix por la que acaba de firmar contrato. &ldquo;Uno tiene que ocuparse de hacerse feliz y ver qu&eacute; quiere hacer. La felicidad est&aacute; en tus manos, no la pod&eacute;s tercerizar: si la dej&aacute;s en manos de otros, te la van a chocar&rdquo;.
&ldquo;Nada es para siempre&rdquo;, dice y desliza una cita del Eclesiast&eacute;s: &ldquo;Todo es atrapar vientos&rdquo;. Despu&eacute;s se despide con simpat&iacute;a profesional y carisma innato, antes de desaparecer en el fondo del lobby.&nbsp;
Ladies and Gentlemen, the one and only: Gabriel Oliveri.

Ladies and gentlemen, Gabriel Oliveri

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