Cinco escritores latinoamericanos contempor&aacute;neos para conocer.

Nacida en los noventa, esta nueva generaci&oacute;n de la literatura latinoamericana est&aacute; habitada por voces en las que resuenan ecos de relatos orales, canciones populares, lenguas e historias de pueblos originarios, pel&iacute;culas y series norteamericanas y figuras de la literatura universal. Lo que hacen con todos esos materiales es lo que vuelve a estos autores tan excepcionales: su trabajo con el lenguaje, la ambici&oacute;n de sus propuestas y la voluptuosidad de sus mundos.

Marina Closs (Arist&oacute;bulo del Valle, 1990) es una autora tan prol&iacute;fica como original: su voz es inmediatamente reconocible, con su ritmo y su sintaxis inesperada, condimentada con el influjo de otras lenguas, tantas como conviven en su Misiones natal. En su &uacute;ltimo libro, Pombero (2023),&nbsp; finalista del Premio Ribera del Duero, incluye un breve manifiesto en el que nombra como uno de sus prop&oacute;sitos &ldquo;alzar una peque&ntilde;a voz de miedo ante el tir&aacute;nico espa&ntilde;ol mon&oacute;tono&rdquo;. Y eso es lo que hace, desde su libro de cuentos Tres Truenos (2019), con el que gan&oacute; el Fondo Nacional de las Artes, su novela Monchi Mesa (2021) y quiz&aacute;s su libro m&aacute;s ambicioso hasta la fecha, La despoblaci&oacute;n (2022), en donde narra una misi&oacute;n jesu&iacute;tica en el medio de la selva que pone en choque el cristianismo de los colonizadores con la espiritualidad guaran&iacute;, dando lugar a un h&iacute;brido alucinado encarnado por Over&aacute;, un guaran&iacute; que dice ser Hijo de Dios. Un relato lleno de humor y poes&iacute;a que revela las mejores cualidades de Closs como narradora.

Marina Closs (Argentina)

En su primera novela, Esta herida llena de peces (2022), Lorena Salazar Masso (Medell&iacute;n, 1991) narra el viaje de una madre adoptiva y su hijo por el r&iacute;o Atrato, por donde navegan en canoa para conocer a la madre biol&oacute;gica del ni&ntilde;o. En esta historia de amor filial, Salazar Masso teje algo de su propia experiencia habi&eacute;ndose mudado de ni&ntilde;a a Choc&oacute;, un territorio al noroeste de Colombia donde la poblaci&oacute;n es mayormente afrodescendiente e ind&iacute;gena y ella, como su protagonista, era una &ldquo;intrusa&rdquo; blanca en esa comunidad que tiene inscripto el dolor de la colonizaci&oacute;n. Salazar Masso pinta su aldea como un lugar de una belleza rabiosa y a veces un poco siniestra, sin caer nunca en el exotismo. Logra contar el dolor con mucha sutileza, trenz&aacute;ndolo con fragmentos de alabaos, boleros y canciones populares. &ldquo;Es cantur&iacute;a de mi sangre / o bien un ritmo que me dieron&rdquo; reza el ep&iacute;grafe de esta novela en donde Salazar Masso honra ese ritmo que le dieron para hacer literatura.

Lorena Salazar Masso (Colombia)

Irrumpi&oacute; en la escena mexicana con su extraordinario poemario Silencio (2018), con el que gan&oacute; el Premio Sor Juana In&eacute;s de la Cruz. En esos poemas, narrativos y hechos de diferentes materiales &ndash;fragmentos de di&aacute;logos en zapoteco y mixteco, leyes oficiales del Ej&eacute;rcito Mexicano, canciones, citas de autores como Michaux y Zurita&ndash;, Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993) trabaja uno de los temas m&aacute;s dolorosos para la sociedad mexicana: la problem&aacute;tica de los desaparecidos. Desde un diverso manojo de voces, se adentra en los lugares abandonados donde &ldquo;el sol sigue girando como una tuerca alrededor de la muerte&rdquo; y ofrece sus versos como rito mortuorio. En Furia (2021), su primera novela, mantiene la polifon&iacute;a y nuevamente demuestra una enorme ambici&oacute;n estructural, un o&iacute;do agud&iacute;simo y una honda percepci&oacute;n con la que desnuda a los hombres y sus miedos, sus deseos, su bestialidad.

Clyo Mendoza

Clyo Mendoza (México)

Tanto en sus cuentos como novelas, Andr&eacute;s Montero (Santiago de Chile, 1990) retoma y reescribe con enorme talento la tradici&oacute;n del relato oral. Leerlo es sentarse alrededor de un fuego. En su capacidad para captar esa escena, esa forma particular de transmisi&oacute;n y traducirla a la escritura: ah&iacute; y en todas partes se ve su oficio. Montero tiene una predilecci&oacute;n por el imaginario sure&ntilde;o: paisajes en donde el clima es hostil y las comunidades son fuertes, en donde los viejos se juntan a jugar naipes en la plaza a la misma hora y el infierno y la dicha es el vecino. Sus personajes son isle&ntilde;os y pueblerinos &aacute;speros y ma&ntilde;osos, pero llenos de ternura en la manera en que miran el cielo o recitan una d&eacute;cima que aprendieron de su padre. La muerte viene estilando (2020), su multi-premiado libro de cuentos, es una obra maestra que incre&iacute;blemente logra superar con su novela El a&ntilde;o en que hablamos con el mar (2024). Como reza la contratapa de uno de sus libros, descubrir a este narrador chileno es sumergirse en la mitolog&iacute;a de su tierra.

Andrés Montero (Chile)

En una entrevista, Natalia Garc&iacute;a Freire (Cuenca, 1991) dice: &ldquo;la literatura latinoamericana es m&aacute;s manchada, juguetona, es m&aacute;s lo que somos, que es una cosa entre varios mundos, y eso nos lleva a buscar un asunto formal distinto&rdquo;. Desde esa conciencia, la autora ecuatoriana construy&oacute; una prosa sumamente particular, que reluce de lirismo en sus novelas Nuestra piel muerta (2019) y Trajiste contigo el viento (2022). Comparte la atm&oacute;sfera g&oacute;tica con sus conterr&aacute;neas M&oacute;nica Ojeda y Mar&iacute;a Fernanda Ampuero, pero en ella hay un trabajo mucho m&aacute;s fino con el lenguaje. La enfermedad, la muerte, la locura y la religi&oacute;n no son s&oacute;lo temas en su escritura, son estados de la consciencia que infectan el habla de sus personajes. En Trajiste contigo el viento, su inventado pueblo de Cocu&aacute;n no est&aacute; hecho de personajes sino de voces. Hablar es el &uacute;nico poder que tienen, la &uacute;nica forma de no desaparecer de la memoria, de trazar un relato de origen que les d&eacute; permanencia: &ldquo;Tal vez no nacimos de un soplo, sino de un rugido&rdquo;.

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