Una mujer boceteando en un jard&iacute;n ingl&eacute;s, un pe&oacute;n de campo que persigue una imagen, un pueblo que se junta a contarle historias al mar, una familia vacacionando en las sierras: historias en donde el paisaje mueve la trama y ofrece sus revelaciones como fruta madura.

CAMPO / La mirada es m&aacute;s &oacute;rgano que el ojo, de Violeta Kerszberg (Alquimia)
Violeta Kerszberg escribi&oacute; una primera novela de una belleza sutil e inusual. Bosnio llega a una vieja estancia a trabajar para Vilma, una mujer con un exuberante mundo de fantas&iacute;a (sus relatos insisten en im&aacute;genes de cabras negras, hermanas de trenzas largas, una mujer china que cultiva duraznos). Entre ellos se forma un v&iacute;nculo muy particular que gira en torno a la escucha y la obsesi&oacute;n con la imagen. A diferencia de su patrona, Bosnio es pr&aacute;cticamente mudo, pero se dedica a sacar fotos con su celular con la misma compulsi&oacute;n que Vilma cuenta historias: &ldquo;Los sem&aacute;foros dejar&aacute;n de existir, las palomas ser&aacute;n un bicho extra&ntilde;o, las tranqueras algo inentendible. Por eso es necesario sacarle foto a todo, uno nunca sabe cu&aacute;ndo se van las cosas&rdquo;. Dividida en tres partes con t&iacute;tulos po&eacute;ticos como &ldquo;De la maleza que no la arrancan por mala sino por lo que sabe del campo&rdquo;, La mirada es m&aacute;s org&aacute;no&nbsp;que el ojo es una novela clim&aacute;tica y reflexiva, para perder la vista en el horizonte y ahondar en el misterio que hay entre palabras y las im&aacute;genes: &ldquo;Lo mejor ser&aacute; recordar las im&aacute;genes vividas durante unos d&iacute;as y que la vida las vaya editando, hasta que se corrijan todo lo posible&rdquo;.

MAR / El a&ntilde;o que hablamos con el mar, de Andr&eacute;s Montero (La pollera)
En esta novela preciosa de Andr&eacute;s Montero, los hermanos Garc&eacute;s son parte de una familia cuasi mitol&oacute;gica en una isla remota al sur de Chile. Uno de ellos, que parti&oacute; hace medio siglo, retorna al hogar y se queda varado las cuatro estaciones por una pandemia. El retorno de este hermano causa una conmoci&oacute;n en la isla: sus habitantes comienzan a reunirse todos los d&iacute;as en un barco abandonado que hace de taberna para contar colectivamente la historia de la familia Garc&eacute;s. Ese relato coral va desentra&ntilde;ando de a poco los interrogantes de la isla: una campana de oro hundida, un supuesto pacto con el diablo, una mujer argentina que le canta al sol como la cigarra, un cementerio sin cuerpos y un telar que se teje a escondidas. Montero escribi&oacute; una novela atemporal y bell&iacute;sima y, lo que es m&aacute;s impresionante, cre&oacute; un espacio imaginario que se siente nuevo y antiguo al mismo tiempo, un lugar entre-mundos que convoca y al que dan ganas de volver.

JARDINES / La vida en miniatura, de Mariana S&aacute;ndez (Impedimenta)
La vida en miniatura (2024) es una novela de Mariana S&aacute;ndez que habita alg&uacute;n lugar imaginario entre Argentina e Inglaterra: cuenta la historia de Dorothea Dodds, una mujer que lleva 59 viviendo a la sombra del genio de su padre, considerado uno de los mejores pintores de su generaci&oacute;n. Dorothea vive con &eacute;l y su madre en su elegante casona de Belgrano, donde oficia como devota secretaria y cuidadora. Una vida servicial sin grietas y sin, por supuesto, nada suyo. Cuando necesita un descanso de esa rutina asfixiante, su prima le insiste para que tome un trabajo cuidando casas en la campi&ntilde;a inglesa. Viviendo en esos hogares ajenos, Dorothea encuentra por fin un cuarto propio. Un lugar ameno en donde gente desconocida la lee sin el peso de su apellido, donde puede darle rienda libre a sus dibujos lejos de la mirada del padre y los d&iacute;as se pasan entre paseos por los Kew Gardens y las &iacute;ntimas charlas comiendo cottage pie estilo argentino con un pastor anglicano que en un gui&ntilde;o beatle se llama Father Mckenzie. En La vida en miniatura, S&aacute;ndez novela el rico mundo interior de una Eleanor Rigby que encuentra su fuga en un emancipador &ldquo;preferir&iacute;a no hacerlo&rdquo;.

SIERRA / Las calles, de Mariana Ruiz Johnson (Vinilo)
La ilustradora Mariana Ruiz Johnson pinta unas pl&aacute;cidas vacaciones familiares en un pueblito de C&oacute;rdoba, pero, como suele suceder en el reposo, afloran las reflexiones m&aacute;s profundas: sobre los cuidados, la pareja, la crianza, el teatro de la adultez. Entre ese rumiar de fondo y un hecho que irrumpe en las vacaciones, el paisaje aparece como un ancla que insiste en mantener el presente del relato: &ldquo;ac&aacute;, tan lejos entre rocas, yuyos y cielo, para ella es imposible sentir dolor por esos objetos que no volver&aacute; a ver&rdquo;. Johnson narra el paisaje como si tomara notas para una acuarela: &ldquo;Las monta&ntilde;as van a aparecer s&oacute;lo en el &uacute;ltimo tramo, anunci&aacute;ndose como una mancha azul ligeramente m&aacute;s intensa que el cielo&rdquo;. Esa mirada va a atravesar el relato, va a encontrar los matices de la calma, todo lo que esconde una piel tostada por el verano.

Lecturas para el verano

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