El dise&ntilde;ador Cristian Mohaded trabaj&oacute; con maestros artesanos de distintas regiones del pa&iacute;s para una muestra que re&uacute;ne m&aacute;s de 20 piezas de autor. Expresiones hist&oacute;ricas y contempor&aacute;neas en di&aacute;logo fluido.

Flacos, altos y juntos, Toribio y Alcira atraviesan los tiempos, las geograf&iacute;as y los estilismos con la m&aacute;s atildada de las elegancias: la dignidad. Erigidos desde el dise&ntilde;o exquisito y la nobleza aut&oacute;ctona del algarrobo a trav&eacute;s de la factura sublime del artesano Renzo Galiano, tomaron la forma estilizada de dos tronos nativos. Los gui&oacute; hasta all&iacute; la evocaci&oacute;n afectiva de un nieto dise&ntilde;ador, que sabe transitar con particular solvencia esa huella cultural que funde a las personas con los paisajes, sus materialidades y las destrezas para domarlas. Porque ese itinerario, Cristian Mohaded lo comenz&oacute; de ni&ntilde;o, a la vera de esos abuelos norte&ntilde;os, humildes, y de otra abuela m&aacute;s.
As&iacute;, hablando su propio lenguaje, desembarcaron en el Palacio Err&aacute;zuriz, enclave hist&oacute;rico de aristocracia europe&iacute;sta y sede del Museo Nacional de Arte Decorativo desde 1937. &iquest;Llaman la atenci&oacute;n? S&iacute; &iquest;Se diferencian? S&iacute;. Logran hackear el espacio aunque lo hacen con discreci&oacute;n, desde la singularidad de un encuentro maduro entre proyecto y artesan&iacute;a local, entre pasado hist&oacute;rico y contemporaneidad.&nbsp;
Como Alcira y Toribio, cada una de las 25 piezas que integran esta muestra fant&aacute;stica del catamarque&ntilde;o Mohaded, provoca placeres descolonizadores del gusto burgu&eacute;s de anta&ntilde;o &ndash;forjado con el imaginario, materiales, artesanados y referentes de afuera&ndash;&nbsp; para mostrar otro canon de belleza, de calidad, y de diversidad: uno que emerge de las profundidades aut&eacute;nticas de lo propio, con una atemporalidad a prueba de ciclos, edades, clases y zonas.&nbsp;
Hay modernidad y hay atavismo en el circuito de Territorio h&iacute;brido, empezando por el impacto de ingreso a la muestra. El Campo de Torres &ndash;instalaci&oacute;n de columnas monumentales de entre tres y siete metros de altura tejidas a mano en paja simbol por el maestro cestero Lorenzo Reyes&ndash; desestabilizan los sentidos y provocan alegr&iacute;a.&nbsp; Se adue&ntilde;an del olfato por derivas que pueden guiar hasta una feria del NOA, a la vera de un arroyo o al interior de la canasta del mate.&nbsp;
En t&eacute;rminos de experiencia Territorio H&iacute;brido&nbsp;logra conmover a trav&eacute;s de la conjunci&oacute;n arm&oacute;nica de dos dimensiones distintas de la creaci&oacute;n est&eacute;tica: el tiempo manual de la artesan&iacute;a y el racional del proyecto. Pero la muestra encierra otro m&eacute;rito que subyace como hilo argumental: el pretexto curatorial de Wustavo Quiroga &ndash;tambi&eacute;n dise&ntilde;ador, tambi&eacute;n del interior (Mendoza)&ndash;&nbsp; que revive para el Decorativo una misi&oacute;n muse&iacute;stica que el paso de las d&eacute;cadas hab&iacute;a dormido. Ahora se activa narrativamente en un derrotero historiogr&aacute;fico que cruza nuevas posibilidades. Porque, de alg&uacute;n modo, se trata de recuperar aquella idea pionera del primer director del MNAD, Ignacio Pirovano (1909 - 1980) de trazar un estilo argentino basado en las cualidades distintivas de las regiones del pa&iacute;s. A cada zona, sus particularidades culturales, sus materiales propios y sus t&eacute;cnicas. Y de ah&iacute;, a un mapa nacional.&nbsp;
&ldquo;Ignacio Pirovano cre&oacute; junto a su hermano Ricardo la firma Comte, especializada en muebles y objetos de estilo y fue promotor del arte de vanguardia tanto en su rol de mecenas como de embajador cultural. Para esta casa trabajaron destacados autores como el decorador Jean-Michel Frank (1895 - 1941) y el arquitecto argentino Alejandro Bustillo (1889 - 1982), quienes desarrollaron proyectos para grandes instituciones p&uacute;blicas, centros comerciales y residencias privadas&rdquo;, ubica hist&oacute;ricamente el texto curatorial. Quiz&aacute; el mejor ejemplo de encuentro de aquella dupla entre el arquitecto nacional y el decorador jud&iacute;o parisino que se refugi&oacute; aqu&iacute; durante la Segunda Guerra sean la decoraci&oacute;n y el equipamiento del Hotel Llao Llao, en Bariloche. No es casual, entonces, que una de las piezas fetiche de Territorios H&iacute;bridos sea el modelo de sill&oacute;n bajo original del Llao Llao, que por supuesto en lugar de piel tiene un espl&eacute;ndido textil catamarque&ntilde;o.
Y en esa bisagra, que no es &uacute;nicamente temporal, se articula gran parte del valor de esta muestra, que obviamente hace pie en el talento proyectual de su protagonista &ndash;el dise&ntilde;ador Cristian Mohaded&ndash;, pero asimismo en la maestr&iacute;a de sus hacedores: los artesanos de Catamarca, C&oacute;rdoba, la llanura pampeana bonaerense, la Patagonia&hellip; Nada m&aacute;s y nada menos que 32 mil kil&oacute;metros recorri&oacute; Cristian el &uacute;ltimo a&ntilde;o entre uno y otro de los procesos que dirigi&oacute; y acompa&ntilde;&oacute;.&nbsp;
Con un camino de consagraci&oacute;n que incluye la reciente elecci&oacute;n de su proyecto Monte Abierto para el dise&ntilde;o del Pabell&oacute;n Argentina en la bienal de Dise&ntilde;o de Londres 2021, y obras en la colecci&oacute;n permanente del Philadelphia Museum of Art y del Mus&eacute;e des Arts D&eacute;coratifs de Par&iacute;s, entre otros blasones, Mohaded ya lleva una d&eacute;cada como dise&ntilde;ador mimado de la firma francesa Roche Bobois. Afable y sin estridencia, tan elegante &eacute;l mismo como su dise&ntilde;o, a los 41 a&ntilde;os, Cristian desanda su recorrido de los &uacute;ltimos tiempos con palabras y dibujos, muchos, incre&iacute;bles dibujos. Los mostrar&aacute; a dos pantallas entre celular y notebook: por caso, los que integraron su colecci&oacute;n Entrevero (2017), inspirada en una ida a San Antonio de Areco para el D&iacute;a de la Tradici&oacute;n. All&iacute; descubri&oacute; maestros sogueros y plateros de la provincia de Buenos Aires que sum&oacute; a su mapa de artesanos.&nbsp;
Mohaded se entusiasma entonces conectando los nombres de la tejedora catamarque&ntilde;a Graciela Salvatierra, con los de los &ldquo;cueristas&rdquo; Jer&oacute;nimo y M&aacute;ximo Coll o el cestero Lorenzo Reyes, entre otros de quienes trabajaron en la instalaci&oacute;n que este a&ntilde;o llev&oacute; a la Bienal de Londres. &ldquo;Todo este trabajo, mi abordaje, tiene que ver con descentralizar cosas, salir de Buenos Aires, buscar en lo que viene de atr&aacute;s, de antes, establecer una plataforma de di&aacute;logo material, un federalismo que se pueda generar tambi&eacute;n desde el dise&ntilde;o, buscar otra validaci&oacute;n para estos saberes, que no queden en la panera o el canasto. Me sigo preguntando qu&eacute; es el dise&ntilde;o argentino y por qu&eacute; no puede romper los miedos alrededor de la artesan&iacute;a&rdquo;, desaf&iacute;a. &ldquo;Hay que entender al pa&iacute;s desde un lugar m&aacute;s integral&rdquo;.
La pandemia lo encontr&oacute; en Mil&aacute;n. All&iacute; pasa largas temporadas desde 2015, pero el a&ntilde;o pasado lo encerr&oacute;: &ldquo;Dibuj&eacute; sin parar: papel Muji y tinta negra. Tambi&eacute;n descubr&iacute; el Malbec&rdquo;, se r&iacute;e. Aparecen en la charla las influencias que no son solo de tal o cual dise&ntilde;ador, del impulso de profesores como Lidia Samar o la mentor&iacute;a de Ricardo Blanco, sino tambi&eacute;n del sustento al hacer que aport&oacute; su madre cuando &eacute;l ten&iacute;a doce a&ntilde;os y le dio una pala para cavar los cimientos de lo que ser&iacute;a la casa familiar. Se le enciende la mirada hablando de los maestros artesanos, del valor del yuyo que se teje, que no siente menor al de la alpaca o la plata, de las tardes de infancia pint&aacute;ndole el comedor de turquesa a la abuela pintora Estrella Dulab, parte de su mitad sirio libanesa: &ldquo;Para ella, all&aacute; hay un Jard&iacute;n de Estrellas&rdquo;, se&ntilde;ala los bancos que brillan frente a los ventanales del Palacio. Muestra el acabado brush del &oacute;nix boreal, puesto en l&aacute;minas en la despampanante estanter&iacute;a Kavanagh. De all&iacute; se vuelve hacia unos candelabros modulares tama&ntilde;o XXL, de gres cordob&eacute;s realizados con Santiago Lena, hasta llegar al biombo de mica. Mohaded se detiene en el damero blanco y negro de un textil tejido con hilo fino de lana de oveja, en telar criollo, que llev&oacute; tres meses de trabajo: &ldquo;El lujo est&aacute; en el dise&ntilde;o, no en la materialidad&rdquo;.
Mohaded busca en el celular las im&aacute;genes que inspiraron un estilema: no es guardapampa, aclara, sino un art d&egrave;co Bel&eacute;n; son los frentes de casas bajas y sencillas, distinguidas, cuyos remates escalonados se recortan n&iacute;tidos en el cielo seco y celeste de Catamarca.
Fotograf&iacute;as: Pompi Gutnisky

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